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Fábricas de sueños

Fueron muchos los lustros en los que los alrededores de San Marcos -un dédalo de callejuelas mucho más intrincado que el barrio de Santa Cruz- se mantuvieron apartados de la evolución urbana, concretamente hasta aquellos de la Alcaldía de Manuel del Valle.

el 16 sep 2009 / 02:55 h.

Fueron muchos los lustros en los que los alrededores de San Marcos -un dédalo de callejuelas mucho más intrincado que el barrio de Santa Cruz- se mantuvieron apartados de la evolución urbana, concretamente hasta aquellos de la Alcaldía de Manuel del Valle. La antigua fábrica de sombreros quedó al margen de las reformas urbanas que entonces se llevaron a cabo y salvada, seguramente, por su catalogación. Hace unos años, la vieja factoría abandonada por sus amos se convertía en profeta de la crisis: unos pocos la provocan y todos los demás hemos de pagarla; es lo que busca también el colectivo que la ocupa intentando forzar al Consistorio a su expropiación, difícil de acometer ahora.

En esa situación en la que cada cual quiere llevar el agua a su molino nace un proceso no muy distante del que, a mayor escala, han seguido los nacionalismos españoles: el de la creación de una Edad Dorada donde el lugar fue un paraíso. Eso se desprendía de la visita guiada en días pasados a la que acudieron entidades conservacionistas y en la que una antigua trabajadora, al narrar su vida laboral en sus dependencias, recordaba el sueldo escaso y las sanciones con dos días de trabajo sin remuneración ante las risas de los asistentes.

Aparecía el mito de que cualquier tiempo pasado fue mejor, que es falso salvo para esa señora y para los que, con ella, ya cumplimos muchos años. Aquel fue un tiempo horrible porque no había libertad ni para ocupar, ni para formar asociaciones conservacionistas, ni para nada: continuaban las ejecuciones sumarísimas y con los obreros se hacía lo que se quería. El ¡viva la Sevilla del 40! sólo existió, hasta ahora, en el territorio poético -mítico- de una sevillana de El Pali; dejémoslo ahí. Esa Sevilla, contenciosos aparte, tiene que vivir muy lejos y, sobre todo, no revivir.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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