Cultura

Luto en la literatura y el flamenco por el fallecimiento del poeta Félix Grande

El autor de ‘Memoria del flamenco’ y de ‘La balada del abuelo Palancas’ cultivó con fortuna el verso, la novela y el ensayo, y obtuvo en 2004 el premio Nacional de las Letras Españolas

el 30 ene 2014 / 14:17 h.

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Felix GrandeEl poeta Félix Grande falleció ayer a los 76 años en Madrid, a consecuencia de las complicaciones derivadas del cáncer de páncreas que padecía. La noticia extendió el luto en el mundo de las letras y del flamenco, las dos pasiones de Grande, de las que fue infatigable divulgador. En este enero negro para la poesía en lengua española –en apenas unos pocos días se han conocido los decesos del argentino Juan Gelman, del mexicano José Emilio Pacheco y, este mismo miércoles, del sevillano Fernando Ortiz–, la ausencia de Félix Grande no solo es lamentada por lo que supone su obra en verso y prosa, sino también por su insobornable actitud ciudadana, su compromiso social y su integridad, sin olvidar su ancha y notable erudición. Autor de medio centenar de títulos entre poemarios, novelas, ensayos y recopilaciones de artículos, fue reconocido con numerosos galardones, entre ellos el premio Nacional de poesía, el Nacional de flamencología y el Nacional de las Letras. Pero sobre todo contó siempre con el unánime reconocimiento de sus compañeros de profesión y de la crítica, que lo señaló como una de las voces imprescindibles en la renovación de la lírica española posterior a la generación del 50. Junto a autores como Caballero Bonald o Fernando Quiñones, Grande, que se inició como guitarrista en su juventud, fue uno de los grandes defensores del flamenco en un tiempo en que este género se hallaba marginado en España. Aunque los estudios flamencos hayan experimentado un notable desarrollo en los últimos tiempos e incluso den por superadas muchas de las ideas de estos escritores, no cabe duda de que su aportación en el proceso de dignificación de lo jondo es grandiosa. La monumental Memoria del flamenco de Félix Grande es en todo caso uno de los libros de referencia de la flamencología, y su afán divulgador le llevó a dar conferencias sobre lo jondo en muchos países. En Paco de Lucía y Camarón de la Isla, otro de sus títulos fundamentales, confirmaba su devoción por este dúo artístico, al que le unió una fuerte amistad. Pero su obra abarca infinidad de ángulos, desde la defensa de su maestro Luis Rosales en La calumina a su memoria familiar en La balada del abuelo Palancas, pasando por el homenaje a César Vallejo que hizo en Taranto, su afirmación de compromiso ciudadano en Decepción o la intensidad de su novela Sobre el amor y la desaparición. Otro de los hitos de su carrera fue sin duda Persecución, una denuncia del acoso al pueblo gitano que fue cantado y grabado por Juan Peña El Lebrijano. En todo caso Félix Grande fue, desde el primer al último día, poeta. Una voz muy influenciada por Antonio Machado, Miguel Hernández, César Vallejo, Federico García Lorca, Carlos Edmundo de Ory y Luis Rosales, pero que nunca retrocedió en la búsqueda de su propia individualidad distintiva. Se dio a conocer en 1964 gracias al premio Adonais que recayó sobre su libro Las piedras, y se consagró poco después con Blanco spirituals, que obtuvo en La Habana el prestigioso premio Casa de las Américas. Su último poemario, publicado en 2011, lleva por título Libro de familia y es un compendio de sus más recurrentes obsesiones. Casado con la poeta Francisca Aguirre, padre de la también escritora Guadalupe Grande, dirigió durante 15 años la revista Cuadernos Hispanoamericanos, un puente entre las dos orillas de nuestro idioma. Nacido en Mérida en el año 1937, recriado en Tomelloso, donde conoció el amor casi al mismo tiempo que la dureza de la vida del jornalero, una parte de él fue siempre profundamente andaluza. La literatura, la música y el arte están consternados por la irreparable pérdida de uno de sus más activos y apasionados valedores.

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