Juan Arza Íñigo, uno de los mitos en la historia del Sevilla, falleció ayer en la capital a los 88 años de edad tras una larga enfermedad. El exdelantero, que completó en la entidad del Sánchez Pizjuán 16 temporadas, conquistó la Liga en la 1945-46 y se erigió en el pichichi de Primera en la 1954-55, único máximo artillero blanquirrojo en la competición doméstica.
Su silueta ejercitándose en el césped del coliseo de Eduardo Dato fue una estampa habitual en los últimos años, en los que apenas asistía en directo a los encuentros del cuadro de Nervión. Con 171 goles y 349 partidos en la máxima, el de Estella asumió el papel de estrella desde su aterrizaje, momento en el que ejerció de sucesor de la delantera de los stukas.
Apodado El Niño de Oro por su entrenador, el irlandés Patrick O`Connell, su fichaje en el verano de 1943 fue el más caro en la historia del Sevilla. 280.000 pesetas desembolsó Jerónimo Domínguez y Pérez de Vargas, el Marqués del Contadero, presidente en aquella época, para contratar a un delantero con fama de regate hábil que triunfaba en el extinto CD Málaga.
Su debut en Nervión se produjo el 12 de septiembre en un amistoso-homenaje a Miguel López Torrontegui, delantero stuka. Aquel día, y con Campanal sublime, Arza anotó un gol y captó los elogios del cronista de El Correo, Kriterion. "Arza no defraudó la fama de que venía precedido. Su actuación fue tal que nos atrevemos a augurar que este jugador figurará entre las primera figuras nacionales a lo largo de la presente temporada. Sabe disparar con tino y fuerza", relataba el periodista en la edición del 14 de septiembre de 1943 de este diario. El irlandés Patrick O'Connell, técnico durante la campaña de su debut, regaló una de las frases míticas en la historia del sevillismo durante una sesión de entrenamiento.
"En Sevilla, donde la gente vive el día como si fuese a morir esta noche, vas a triunfar Juanito", le espetó a viva voz, según recogió El Correo en su edición del lejano 30 de septiembre de 1943. Arza fue un referente desde su fichaje. Su sobresaliente olfato goleador fue capaz de eclipsar la decadencia de la delantera stuka. Los López, Pepillo, Campanal, Raimundo y Berrocal envejecían y el navarro era la esperanza de Nervión. 17 goles en 25 partidos fue la carta de presentación de un goleador nato. El quinteto stuka computó 15 en total. Había nacido un mito.
Su progresión fue espectacular, aunque su consagración definitiva se demoró hasta la 45-46, cuando el Sevilla se proclamó brillante campeón de Liga ante el FC Barcelona y en Les Corts. Aquel ejercicio fue histórico. El plantel de Ramón Encinas firmó un inicio de Liga espectacular y, con Arza, Campos y Araújo estelares, se encaramó al liderato, lugar en el que se coronó el 31 de marzo de 1946 con un gol de Araújo.
Desde entonces, el presidente del Sevilla, Jerónimo Domínguez y Pérez de Vargas, rechazó ofertas de los mejores clubes europeos. El concurso del Sevilla en la Copa de Europa revalorizó la figura del de Estella, que en la 54-55 se coronó pichichi de Primera, trofeo en el que venció al mejor jugador de la Liga española en aquellos tiempos, el argentino Di Stéfano. Ramón Sánchez Pizjuán, el presidente más laureado en la historia del club, le calificó como el intransferible.
Internacional
Arza no fue uno de los habituales de la selección, con la que disputó dos partidos. Su debut se produjo el 2 de marzo de 1947 en el Estadio Dalymount Port de Dublín. Tras completar 16 temporadas en Nervión, Arza decidió emigrar a Almería, donde se convirtió en un auténtico mito pese a haber disputado una única temporada. Tras finalizar su etapa en activo, el navarro, que instaló definitivamente su residencia en Sevilla, optó por ocupar un banquillo.
Bollullos, en la extinta Primera Regional andaluza, selección juvenil andaluza y Linense fueron sus destinos antes de regresar a Nervión para dirigir al conjunto blanquirrojo en Primera División en la campaña 66-67, en la que ya evitó el descenso a Segunda. Celta, con el que ascendió a Primera y al que clasificó para la antigua Copa de la UEFA, Deportivo y Cádiz fueron sus últimos trenes antes de asumir funciones de delegado y directivo en el club del Pizjuán. En junio de 2009 se le concedió el primer dorsal de leyenda que otorgaba el Sevilla, tributando un homenaje al '8' que lucía en su casaca blanquirroja.