Si la nieve cuajara por las ganas de los sevillanos de que nevara, el domingo lo hubiera hecho a base de bien, pero lo que convierte a la lluvia en nieve es el frío. Y con los datos en la mano, no hizo frío suficiente. Parecía que sí porque la temperatura máxima fue gélida, de 3,8 grados, pero la mínima no fue tan baja: alcanzó los 2,5 grados, y esos dos grados y medio hicieron que las precipitaciones, que bajaban del cielo en forma de nieve, llegasen al suelo ya convertidas en agua.
"Existe lo que se llama aguanieve, lluvia mezclada con copos de nieve, y eso fue lo que hubo el domingo. Pero el fenómeno se dio, y hasta se registró en la estación meteorológica del aeropuerto de San Pablo", explicaba ayer Pablo López Cotín, delegado territorial de la Agencia Estatal de Meteorología. La estación de Tablada no lo registró porque es automática, y por tanto no había nadie allí para percibir ese aguanieve.
"Faltó un poco de frío, y de cantidad de nieve suficiente para que se consolidase" en el suelo, explicó López Cotín, que precisó que él mismo llegó a registrar en un momento dado una temperatura de un grado, casi casi la necesaria para la congelación... pero no suficiente, porque el agua no negocia con su temperatura de congelación, que es de cero grados.
Lo que explica que el agua sí bajara en forma de nieve, concedió el delegado territorial de Meteorología, es que en las capas altas de la atmósfera hace mucho más frío y por tanto la precipitación se inició en estado de nieve. Pero esto no es una novedad: "La mayoría de las precipitaciones se inician en estado de nieve, incluso en verano, porque las capas altas de la atmósfera son muy frías y se crean cristales de hielo, que al descender se deshacen". Al hacer tanto frío, bajaron como copos hasta una altura cercana al suelo, pero al seguir aumentando el calor se deshicieron antes de cuajar.
