Local

Familias de puertas abiertas

Ramón y Susi tienen dos hijos, pero han criado a nueve. En el cuarto de juegos de su casa hay fotos de bebés rubios y también de niños negros, a los que han cuidado mientras sus padres no podían atenderlos. Son una familia de acogida de urgencia, en las que la Junta confía para no ingresarlos en centros.

el 15 sep 2009 / 18:22 h.

TAGS:

Ramón y Susi tienen dos hijos, pero han criado a nueve. En el cuarto de juegos de su casa hay fotos de bebés rubios y también de niños negros, a los que han cuidado mientras sus padres no podían atenderlos. Son una familia de acogida de urgencia, en las que la Junta confía para no ingresarlos en centros.

El primer niño era un bebé diminuto, que pesaba 2,8 kilos con un mes y sufría un horrible síndrome de abstinencia porque su madre había tomado drogas en el embarazo. "Se ponía a llorar y con temblores y no podíamos hacer nada. Luchamos mucho, pero tendrías que ver cómo lo pusimos, de guapo y de simpático. Así que nos vinimos arriba".

La pareja no pierde un minuto recordando los malos tragos pasados con los siete niños que han acogido estos cinco años porque "tenerlos da mucha vida". Estaban interesados en hacer una labor social y no les llenaba pagar una cuota y dejar a otros el trabajo. Querían participar, ver el resultado. Acabó de convencerlos el que a Susi le encantan los críos -"hubiera tenido más hijos si económicamente hubiera podido"- y en este caso la Consejería de Igualdad ayuda con los gastos.

Tras un tiempo esquivando las caras de incredulidad de sus amigos acogieron al primer bebé durante año y medio, y desde entonces siempre ha habido alguno en casa. En un mes se han integrado en su vida como un hijo más: "Aquí se come de todo y se respetan las reglas que han respetado los nuestros". Ampliar así su familia no les parece nada del otro mundo, creen que "cualquiera puede hacerlo". Han pasado etapas duras, como unas Navidades en el hospital con un bebé enfermo, porque aunque tienen ayuda -sobre todo psicológica- de la fundación Márgenes y Vínculos, intermediaria entre la Junta y estas familias, "si el niño llora ¿qué te van a decir? Pues que le pongas el pipo".

Desde hace tres meses cuidan a dos hermanas rubitas de uno y dos años que llegaron "el día antes de irnos de vacaciones". Como tenían previsto el viaje, se las llevaron una semana, con sus hijos y el problema de que se asustaban si Ramón se acercaba. Ahora se le abrazan y sonríen. La hija de la pareja, Sheila, de 16 años, llega de clase, les da un beso y un achuchón y les hace carantoñas. Ni ella ni su hermano Yeray, de 9 años, han tenido celos, al revés. "Parece raro, pero quizá al saber que no vienen a quedarse nunca han recelado".

La niña quiere un juguete y dice: "¡Papá!", y ellos se miran. Les piden que usen sus nombres, "pero oyen a nuestros hijos llamarnos así y al final...". Han encontrado una solución salomónica: "Aunque nos digan papá y mamá, saben que tienen a papá y mamá de allí, y lo diferencian perfectamente". Allí es el punto de encuentro al que van cada 15 días para que vean a sus padres biológicos, mientras la Junta intenta que vuelvan con ellos; si se les retirara la custodia, sería también allí donde conocerían a su familia adoptiva. A Ramón y a Susi los dejarán cuando se vayan definitivamente con otros padres.

Eso es lo peor. "Te lo dicen mil veces, te preparan. Y tú sabes que no son tus hijos, que no se van a quedar. Pero cuando se van...". Lo llaman "el duelo", y lo viven ellos, la familia, los vecinos... Susi "se harta de llorar" y Ramón se queda silencioso. "Es un vacío muy grande, pero piensas ¿y lo que hemos hecho?". Al entregar al primero creyeron que les faltaría la fuerza, "pero a los pocos días llamaron y nos dijeron: hay otro niño. ¿Qué íbamos a hacer? Cuando llegó, se iluminó todo".

Márgenes y Vínculos seleccionó a Ramón y Susi hace cinco años y ahora, tras una campaña de concienciación realizada por la Junta, evalúa a nuevas parejas. Como Isabel y Antonio, que vieron los anuncios de la campaña y, como llevaban tiempo pensándolo, decidieron llamar. "Nos tocó la fibra sensible", dice Isabel. "Ya habíamos tenido a niños saharauis en verano y a estudiantes de intercambio, y queríamos dar el paso".

Ahora esperan el resultado de su evaluación. El suyo también es un proyecto familiar que comparten sus hijos Carlos, de 19 años, y Laura, de 16, que ya preguntaban que cuándo se lanzarían. "Yo creo que cuando llegue el niño se van a pelear por cuidarlo". También les han avisado, mucho, de lo duro que es que el crío se vaya. Es lo único que les da miedo. "Los problemas que traiga... bueno, qué más da, seguro que te apañas. Lo importante es que ayudas a un niño y a su familia, a mucha gente".

  • 1