Actuación del Coro de la Peña Antorcha.
Emilia tiene 102 años y recuerda a la perfección la letra de su sevillana favorita: «Sueña la margarita con ser romero...», se arranca nada más escuchar las primeras notas de la melodía. Sus Ferias de Abril están vinculadas a la «caseta de Telefónica», empresa donde trabajaba su marido ya fallecido y «hogar» de su familia durante tantas semanas de farolillos. Allí, dice, ha vivido «momentos muy felices» al disfrutar «de la Feria de principio a fin».
Ahora, desde hace unos años, los achaques propios de la edad le impiden desplazarse hasta el Real. Pero aún así esta centenaria sevillana no renuncia a pisar una caseta, y estos días lo hace en el patio de la residencia de San Juan de Dios de la calle Sagasta, en pleno centro de Sevilla, donde junto a otros residentes, usuarios de Estancia Diurna, familiares y todo el equipo profesional del centro hacen posible que broten estas «dosis de alegría» que rejuvenecen el alma de todos por unas horas y hacen «aparcar los problemas y la rutina, dando vida a los años», explica magistralmente Cristina Lucenilla, trabajadora social del centro.
Dos décadas avalan esta ya tradición feriante en la que «todos se esfuerzan y se implican» bajo la coordinación de María José Hernández, animadora socio-cultural de la residencia que impulsa todo el engranaje que supone poner en pie esta caseta que ahuyenta los pesares. «Del personal de mantenimiento, pasando por los auxiliares, toda la casa hace una esfuerzo para que nuestros abuelos disfruten de un rato agradable y emotivo», apunta Lucenilla, que también es miembro del coro de la residencia Nuestra Señora de la Paz.
La formación ha actuado en varias ocasiones, entre ellas este mediodía en el fin de fiesta. Ayer fue el turno del coro de la Peña Antorcha y otras veces han contado con la participación del coro Entre Dos Ríos. La música se convierte en una de las mejores terapias:«Les motiva y les refuerza. Además les hace relacionarse y personas con problemas para hablar rompen con la melodía», señala Bea Gómez, encargada de las tareas de musicoterapia y karaoke. Afirmación que rubrica otra de las residentes, María del Carmen, vecina de Santa Cruz y feriante confesa a la que desde hace dos
«Ellos mismos confeccionan las rosas, y además colaboran en los preparativos», subraya orgullosa María José, que añade que en otro taller han versionado carteles de la fiesta de hace 40 años.
Desde el martes que comenzó esta singular Feria, María del Carmen no duda en ponerse el mantoncillo, la rosa roja en lo alto de la cabeza y marcarse unas sevillanas manejando con arte los palillos como le enseñó «el maestro Pellicer» hace varias décadas. Y es que cómo bien reconoce, «hay cosas que nunca se olvidan». Pero, sobre todo, María del Carmen da en el clavo al poner un calificativo a lo que se vive cada mediodía en el patio de la residencia:«Normalmente, cada uno está en sus tareas, pero cuando llega la semana de la caseta, nos reunimos todos, como una gran familia y hacemos convivencia». Es el Real terapéutico, el que insufla ánimos a quien más lo necesita.