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Fernández Bacas

Luis Arenas publicó hace muchos años un libro precioso al que llamó Sevilla oculta y cuyo contenido gráfico eran los conventos. De entonces acá se ha ido formando otra porque Sevilla es así, como la Ersilia de Italo Calvino, hecha de relaciones cambiantes.

el 14 sep 2009 / 20:26 h.

Luis Arenas publicó hace muchos años un libro precioso al que llamó Sevilla oculta y cuyo contenido gráfico eran los conventos. De entonces acá se ha ido formando otra porque Sevilla es así, como la Ersilia de Italo Calvino, hecha de relaciones cambiantes. La Catedral, sin duda, de esta Sevilla Invisible está en el fondo de la Cartuja y se llama Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. Fue creado, junto con otros centros, en los finales del Gobierno de Pepote por Javier Torres Vela y desde entonces lo ha dirigido Román Fernández Bacas. El Instituto y él fueron al principio los dos únicos entes de una institución-isla, rodeada de un mar de exposiciones de la Expo.

Pasado el evento echaron a andar los espacios para la restauración que, en un ambiente casi conventual, impide tropelías como la realizada con el Gran Poder y que hubiera hecho innecesario mandar a Madrid el Cachorro o el Cristo de los Negritos. Desde que el Instituto existe, cualquier trabajo de esa índole se hace allí por difícil que sea: Jesús de la Pasión, la capa de la coronación de Carlos V o los cuadros para decenas de exposiciones han pasado por este hospital del patrimonio al que anteayer la Fundación de Toledo entregaba por mano del Rey uno de sus premios. No estaría mal que en Sevilla alguien recordara que lo montó y lo dirige desde hace 27 años ese malagueño que se llama Fernández Bacas.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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