Un detenido logró fugarse la tarde del martes de los calabozos del juzgado de guardia y huir en taxi tras fingir un ataque de ansiedad con el que logró engañar hasta al médico y despistar a los agentes que lo custodiaban. La Policía Nacional ha establecido un dispositivo de búsqueda para intentar localizar a este prófugo, cuya huida se produce menos de una semana después de la fuga de dos presos de la cárcel de Sevilla. El hombre golpeó a un agente, salió corriendo a toda prisa del edificio judicial del Prado y llegó a la avenida de Portugal, donde según un testigo subió a un taxi, que ayer tarde aún no había podido ser localizado, según confirmaron fuentes policiales.
Fue a las 20.30 horas de la tarde del martes, cuando el joven, de 20 años y que había sido arrestado porque un juzgado sevillano había dictado una orden de búsqueda contra él, pasó a disposición del juzgado de Instrucción 3, que ordenó su ingreso en prisión.
Cuando los policías que lo habían trasladado bajaron a los calabozos para decírselo, el detenido, identificado como Miguel R.J. y con cuatro detenciones anteriores por robos con fuerza, comenzó a hacer aspavientos, como si le hubiera dado un ataque. Los policías avisaron al médico forense y lo sacaron de las celdas, donde había otros detenidos esperando ser llevados ante el juez, y lo llevaron a una dependencia exterior de los calabozos, donde le quitaron las esposas mientras era examinado por el médico. El facultativo ordenó avisar a una ambulancia para trasladarlo a un hospital, por lo que se solicitó que acudiera una.
En ese momento, otro preso comenzó a chillar, diciendo que "también estaba malo", por lo que uno de los policías se le acercó. El detenido aprovechó bien el momento: dio al otro policía un empujón que lo tiró al suelo y echó a correr. Salió de los calabozos, atravesó el juzgado, corrió por los soportales exteriores y llegó a la glorieta del Cid. Allí, en el cruce con la avenida de Portugal, paró un taxi y se marchó en él, según aseguró un testigo que facilitó su descripción a los agentes.
Ni los dos policías nacionales responsables de su traslado, los dos muy jóvenes, ni los guardias civiles que custodian los juzgados lograron alcanzarlo.
Pesquisas con los taxistas. La Policía ha realizado diversas gestiones para intentar localizar al taxi en cuestión, sin éxito. Las emisoras fueron informadas de lo ocurrido y se les preguntó si alguno de sus afiliados podía haber cogido a un cliente en esa zona y a esa hora, pero el taxista no ha sido identificado.
Las emisoras sólo agrupan a un tercio de los taxistas, por lo que es muy probable que el taxi que cogió el fugado no fuese de ninguna. Sin embargo, al estar detenido no podía llevar dinero encima, por lo que o bien se bajó del taxi y se fue sin pagar la carrera, o bien tuvo que pedirle dinero a alguien al llegar a su destino.
Con esta fuga, el detenido se expone a penas casi tan graves como las de los delitos por los que ya había sido arrestado. Un robo con fuerza acarrea condenas de entre uno y cinco años de prisión, según su gravedad. Agredir a un policía puede implicar entre uno y tres años; y quebrantar una condena al fugarse durante un arresto, hasta un año más.