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Finisterre en la otra esquina

Una costa como un rompecabezas, unos pueblos de pescadores rodeados de un halo de magia... y las salinas, que ni siquiera hacen presagiar unos acantilados que, como en el fin del mundo, desembocan en un mar que parece no ser Mediterráneo en el Cabo de Gata.

el 15 sep 2009 / 07:02 h.

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Una costa como un rompecabezas, unos pueblos de pescadores rodeados de un halo de magia... y las salinas, que ni siquiera hacen presagiar unos acantilados que, como en el fin del mundo, desembocan en un mar que parece no ser Mediterráneo en el Cabo de Gata.

Su clima subdesértico, semiárido, casi estepárico, engaña al visitante de esta ruta por la costa sudoriental de la provincia de Almería. Seguir la marca milenaria de la presencia del hombre en esta zona del Parque Natural del cabo de Gata-Níjar es indagar sobre los salazones romanos o aprender de la fuerza de la naturaleza para hacer frente a los piratas berberiscos, que campaban a sus anchas por el Mare Nostrum en plena Edad Media.

Dejando la historia a un lado, esta esquina de la Península Ibérica ofrece a la vez un espectacular paseo por la arquitectura propia de la cultura del agua almeriense: limpísimas fachadas que contrastan con la inmensidad del mar. El paisaje natural, de la misma profundidad, deja al viajero una intensa sensación de tormento por la presencia de los restos del pasado volcánico del cabo. Una huella, que es ausencia muy presente, de pequeñas calas marcadas a fuego y que ofrecen, igualmente, tranquilidad y calma para disfrutar de un confortable baño o de un paseo en contacto absoluto con un medio natural que todavía se conserva inmaculado.

El Arrecife de las Sirenas es, quizás, el lugar más visitado y fotografiado y, aunque es una imagen repetida y representativa del Parque Natural, no pierde el encanto por las sensaciones que provoca in situ ni por el misterio de su leyenda: se dice que en otra época había allí tantas focas monjes que sus gritos confundían a los marineros, que pensaban en cantos de sirenas.

Para intentar comprender de un vistazo todo lo que significa el Cabo de Gata en el Mediterráneo e intuir lo que esconden sus 50 kilómetros de costa acantilada, basta con subir al Cerro de los Frailes, el punto más alto del parque a 493 metros sobre el mar.

El relax final, que se hará esperar entre tantos rincones de los que disfrutar, podría ser la visita a la playa de los Genoveses, en Níjar, una playa muy visitada pero que merece la pena por las calas que la rodean y por ser un espacio protegido de las raras inclemencias del tiempo en la zona. Su forma en "u" es el abrigo que el visitante no necesita para sentirse acogido, porque en el Cabo de Gata, como en Almería, no es sólo la naturaleza la que lo ofrece.

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