Cultura

Flamencos en el censo de habitantes del XIX en Sevilla

el 26 may 2011 / 21:06 h.

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Un estudio que llevamos a cabo desde hace años en el Padrón Municipal de Sevilla del siglo XIX pone de manifiesto la escasa consideración social y administrativa de los artistas flamencos, casi nunca considerados como tales en el censo de habitantes. También es verdad que muy pocos artistas de aquellos tiempos eran profesionales que se dedicaban sólo al ejercicio de su arte: la gran mayoría combinaba lo del arte con otros trabajos, y a la hora de rellenar la hoja del padrón nunca rezaba su condición de artistas.

Resulta conmovedor ver cómo todo un Chacón aparece como zapatero, como su padre, cuando en 1888 vivía en la calle Correduría. Carito de Jerez, algo más antiguo, siempre aparece como picapedrero o cantero; La Serrana y su hermana, La Sordita, como cigarreras o jornaleras, cuando no como "su casa", que era lo normal cuando se trataba de mujeres; el Niño de Escacena, como pintor;_Antonio el Pintor, como jornalero; Diego el Lebrijano, como tablajero o carnicero, que significa lo mismo; Curro Dulce, como corredor; José Lorente, como jornalero; y las Coquineras del Puerto de Santa María, como "su casa".

En todo el Padrón Municipal de Triana de 1875 no hemos encontrado a ningún artista flamenco que conste como tal. Cantaores gitanos como Tío Antonio Cagancho y su hijo Manuel siempre rezan como herreros, que lo eran, y muy buenos. Nunca se dedicaron al cante como profesionales y prevalecía el oficio de herrero, porque ser herrero en la Cava Nueva o el Monte Pirolo era algo que los distinguía socialmente. Los Filigrana, los Vargas, los Bermúdez, los Lérida, los Flores y los Rodríguez eran linajes dedicados a la herrería y tenían una consideración social más importante que los dedicados a otras _labores, como la alfarería o el comercio.

En cuanto a los cantaores no gitanos, Noriega consta como marinero; y Pineda, como zapatero. Era muy normal que en una misma calle del arrabal vivieran varios cantaores gitanos y siempre en una misma casa de vecinos o muy cerca unos de otros. Se suele decir que cantaores de otros lugares de Andalucía como el Puerto de Santa María, Puerto Real, Cádiz, Morón o Málaga se afincaban en el barrio para aprender los cantes, pero lo cierto es que lo hacían para trabajar y, en casos concretos, para esconderse y escaparse, cuando hiciera falta, por sus famosos callejones que daban a la Vega y al Aljarafe, como hizo Rafael Flores El Piyayo tras quitarle la vida a una alcalareña en la calle Evangelista. Los que vivían del cante elegían la Alameda de Hércules para estar cerca de los cafés cantantes del centro de Sevilla, como hicieron Paco la Luz y sus hijas, las Antúnez, Frijones, los Ortega de Cádiz, la Macarrona, las Coquineras, Carito de Jerez, el Canario y el Perote de Álora, la Juanaca de Málaga, Dolores la Parrala y su hermana, el Niño Medina, Antonio Chacón y la Niña de los Peines...

Resulta interesante _haber comprobado que algunos de estos artistas, como _en el caso de las hijas de _Paco la Luz, llegaron a la _Alameda siendo sólo unas niñas y que se murieron de viejas en este mismo lugar.

Esto no se ha tenido en cuenta a la hora de fijar las escuelas cantaoras andaluzas o de analizar la tan reivindicada escuela sevillana del baile. Habrá que tenerlo en cuenta en futuros estudios.

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