La tradicional audiencia y catequesis previa al rezo del Ángelus en Roma tuvo ayer como protagonista especial el reciente viaje del Papa a Albania. Junto a los miles de fieles que llenaban el Aula Pablo VI y la plaza de San Pedro el Papa recordó con especial gratitud «el encuentro interreligioso donde he podido constatar, con viva satisfacción, que la pacífica y fructuosa convivencia entre personas y comunidades pertenecientes a religiones diversas es no sólo de esperar, sino concretamente posible y practicable». La jornada vivida en Albania el pasado domingo fue el eje de la catequesis del Papa. Una visita que, como recordó el Pontífice, «nació del deseo de ir a un país que luego de haber estado por largo tiempo oprimido por un régimen ateo y deshumano, está viviendo una experiencia de pacífica convivencia entre sus diversas componentes religiosas». El ejemplo del pueblo albanés que, tras varias décadas de dictadura atea y persecuciones a creyentes de diversas religiones, vive actualmente en una sociedad plural, interreligiosa y colaborativa ha calado hondamente en el Pontífice que destacó el «diálogo auténtico y fructífero que rechaza el relativismo y tiene en cuenta la identidad de cada uno. Lo que aúna a las varias expresiones religiosas, en efecto, es el camino de la vida, la buena voluntad de hacer el bien al prójimo, no renegando o disminuyendo las respectivas identidades». La fuerza de la Iglesia es el amor. El Papa quiso recordar asimismo el encuentro con los sacerdotes, personas consagradas, seminaristas y los movimientos laicales donde tuvo la oportunidad de conocer el testimonio de varios religiosos, monjas y sacerdotes que sufrieron persecuciones, encarcelaciones y castigos por su fe durante la dictadura comunista. El Papa, visiblemente emocionado, agradeció la «ocasión para hacer grata memoria, con acentos de particular conmoción, de los numerosos mártires de la fe. Gracias a la presencia de algunos ancianos, que han vivido sobre su propia carne las terribles persecuciones, ha resonado la fe de tantos heroicos testigos del pasado, los cuales han seguido a Cristo hasta las extremas consecuencias. Es precisamente de la unión íntima con Jesús, de la relación de amor con Él que ha brotado para estos mártires como para todo mártir la fuerza para afrontar los acontecimientos dolorosos que los han conducido al martirio. También hoy, como ayer, la fuerza de la Iglesia no es dada tanto por las capacidades organizativas o por las estructuras, que son también necesarias. ¡Pero su fuerza la Iglesia no la encuentra allí! ¡Nuestra fuerza es el amor de Cristo! Una fuerza que nos sostiene en los momentos de dificultad y que inspira la actual acción apostólica, para ofrecer a todos bondad y perdón, dando testimonio así de la misericordia de Dios». Francisco trajo a la memoria «años oscuros» de dictadura comunista sufrida en Albania en el que «cientos de cristianos y musulmanes fueron asesinados, torturados, encarcelados y deportados sólo porque creían en Dios. Fueron, durante los cuales fue arrasada la libertad religiosa y estaba prohibido creer en Dios, miles de iglesias y mezquitas fueron destruidas, convertidas en almacenes y salas de cine que propagaban la ideología marxista, los libros religiosos fueron quemados y a los padres se les prohibió poner a sus hijos los nombres religiosos de los antepasados». Una persecución «común» que ha sido en Albania «semilla que traerá frutos de paz y de colaboración fraterna. Hoy, de hecho, Albania es un ejemplo no sólo de renacimiento de la Iglesia, sino también de la convivencia pacífica entre las religiones. Por lo tanto, los mártires no son los vencidos, sino los vencedores: en su heroico testimonio brilla la omnipotencia de Dios, que siempre consuela a su pueblo, abriendo nuevos caminos y horizontes de esperanza». Pueblo valiente que busca la unidad. El Papa concluyó su intervención invitando a todos los presentes a saludar a este «pueblo valiente y trabajador que, en paz, busca la unidad» al tiempo que deseaba que «la dura experiencia del pasado lo arraigue siempre más en la apertura hacia los hermanos, especialmente los más débiles, y lo haga protagonista de aquel dinamismo de la caridad, tan necesario en el contexto socio-cultural de hoy».