Cultura

«Francisco Rivera se merece eso y más, la medalla es un premio a todo el toreo»

Convertido en personaje famoso, en un torero al que algunos llaman mediático, pocos conocen los auténticos orígenes de un matador que escaló la fama, el dinero y el éxito desde el sótano más hondo del toreo.

el 16 sep 2009 / 00:17 h.

Convertido en personaje famoso, en un torero al que algunos llaman mediático, pocos conocen los auténticos orígenes de un matador que escaló la fama, el dinero y el éxito desde el sótano más hondo del toreo. Esta es una historia humana, una lucha por ser que merece ser contada.

-¿Cuando decidió ser torero?

-Después de viajar bastante acabé recalando en Córdoba con mi madre, en el barrio de Ciudad Jardín, junto a la plaza de toros. Sabía que había un mundo del toro pero nunca había tenido contacto con él. Un día, después de ir al cine de verano que se montaba en la plaza de toros llegué a mi casa emocionadísimo. Había tocado las tablas y había pisado el ruedo. Le dije a mi madre que quería ser torero, que quería saber más de ese mundo del que tanto había oido hablar en casa.

-¿Cómo fueron los comienzos?

-Por mediación de Pepín Garrido, que había sido banderillero de El Cordobés, y Antonio Mata Cabello, un taurino de esos que ya no existen, empecé a ir a la Escuela del Círculo Taurino de Córdoba como un chavalillo más que quiere ser torero. Entonces ya se rumoreaba un poco que yo no era muy normal, que tenía una historia oculta pero siempre me trataron como uno más.

-Y hasta coge su ambientito.

-En Córdoba toreé la Becerrada de la Mujer Cordobesa, algún festivalito? Pepín Garrido y Antonio Mata me llevaban sin caballos. Fue Mata el que me anunció como Manuel Díaz Manolo. Él decía que si había un Rafael en el Cante porqué no iba a ver un Manuel en el toreo. Mata era mi protector. Con 13 años toreé mi primer becerro vestido de luces, y seguí toreando sin caballos hasta que Mata cayó malo y Piédrola me lleva para Salamanca. Yo era gracioso toreando, pero mi historia seguía tapada; se sabía pero no trascendía...

-Paquirri le brinda el último toro que mata en su vida y su nombre comienza a circular.

-Había coincidido con Paquirri en varios tentaderos. Me trataba con un cariño especial. Me decía: "Pelillos, qué brujo eres, cuánto sabes". A él le gustaba mucho mi picardía. Como era tan especial yo creo que aquel día me quiso hacer feliz.

-¿Que significó ese brindis?

-No entendía entonces aquello. Vine a Sevilla al entierro en el tren desde Córdoba y lloré mucho. Cuando lo metieron en la Maestranza yo estaba en medio del tumulto y no pude llegar ni a tocar el ataud de la gente que había. Ahora me doy cuenta de la importancia que tiene un brindis y me doy cuenta del gesto que tuvo conmigo, queriéndome hacer destacar, reivindicando mi existencia. Yo era insignificante y me hizo sentir importante. A la salida de un par de banderillas me vio en el callejón y me dio un manotazo. ¿Qué haces aquí? Y yo, colorado y sin saber dónde meterme. Ahora me doy cuenta de lo importante que fue en mi vida ese brindis.

-Al año siguiente llegó el debut con picadores en Los Califas...

-Debuté con caballos en Córdoba en 1985. Me echaron una mano los Camará y así empiezo a buscarme la vida. Con la ayuda del Círculo Taurino toreo esa novillada de Lora Sangrán y le corto la oreja a mi modo a un novillo.

-¿Su forma de torear estuvo condicionada por sus orígenes desde el principio?

-Estaba muy condicionada por la importancia que tenía para mi de dónde venía y lo que yo era. En todas las tertulias lo único que yo preguntaba era por ese hombre; por cómo era, por cómo toreaba y cada vez que alguien hablaba yo ponía todos los sentidos. Todo se exageraba mucho, se engrandecía, me transmitían una emoción? La gente estaba esperando esos momentos cuando yo toreaba, era más fácil y más efectivo. Haciendo esas cosas resolvía antes lo que quería hacer en la cara de un toro y además me di cuenta de que aquello se le podía hacer a más toros.

-Después de aquel debut desapareció de la circulación.

-Quizás pagué el caer en una empresa fuerte en la que si no eres rentable te dejan a un lado. Yo estaba acostumbrado al diálogo, a otro trato. Toreé cuatro o cinco novilladas sin pena ni gloria y me di cuenta de que lo que yo hacía caía bien en algunas plazas pero no en otras. Me aburrí un poco. Fue mi época de lavacoches en Córdoba, me dediqué a mi vida.

-¿Pensó en abandonar?

-Ha habido momentos de mi vida en los que he sido tan cobarde que me ha dado tanto miedo el fracaso o la esperanza que podía llevar a mi gente que no era capaz de dejarlo. Después de la novillada de Córdoba vi que nadie me echaba cuenta. Toreé un festival y no estuve bien. No me encontraba bien anímicamente, no me encontraba bien con nada. Mi familia se marchó de Córdoba y me quedé allí solo trabajando, viviendo en una casa prestada. Era una casa con patio en la que tenía que salir fuera para ir al baño. Una mujer que vivía arriba me recogió y me echaba una mano, porque la verdad es que estaba solo.

-¿Qué pasó entonces?

-Estuve unos ocho meses trabajando, viviendo en aquella casa, casi sin entrenar. Un día me ofrecieron una novillada sin caballos y decidí torearla. Me fui para Madrid, a un pueblo. La toreé y no estuve mal. Un tal Brujo, que llevaba a unas toreras, me vio y me preguntó qué estaba haciendo con mi vida y me dio un número de teléfono. Yo salía con una niña de Córdoba, sus padres se portaban muy bien conmigo, tenía mi trabajo, me había comprado una motillo y los fines de semana me iba a comer al campo con mi novia? No tiré aquel número de teléfono. Lo miré, lo remiré y un día lo llamé. Pedí unos días en el trabajo y me fui con lo justo para Madrid en el Expreso. Mi novia me despidió en la estación, llegué a Madrid, busqué a este hombre y del tirón nos fuimos a Barcelona a un programa de televisión: "Oiga, que yo no tengo traje de chaqueta. No importa. Yo tengo uno que te va a quedar bien". Me puso el primero que encontró y me quedaba grande por todos lados. Me fui para una semana y ya no volví a Córdoba. Llamé al lavadero, le dije al dueño que se quedara con la moto. Escribí a la chavala diciéndole que no volvería en un tiempo?

-Y su nombre acaba por saltar a la actualidad.

-Ahí empezó mi lucha con ese hombre. Surgió la oportunidad de tirarme de espontáneo en Madrid, en el festival del Nevado del Ruiz, en el novillo de El Cordobés (Manuel Benítez) porque El Brujo me dijo que me hacía falta publicidad. Lo que me dieron fue una paliza por tirarme de espontáneo y dos años de inhabilitación para torear.

-Las cosas se volvían a poner cuesta arriba.

-El caso es que no aparecieron las novilladas y me dije, ¡me la han vuelto a dar! Ahí me quedé por Getafe con una publicidad que me había puesto Felipe Triguero que decía: "Yo, Manolo, el hijo del Cordobés". Sigo toreando todo lo que sale y llego a debutar en Madrid en una novillada de verano. A final de año trabajaba en un taller de chapa y me servía para sacar unas pesetillas. En mi casa pensaban que toreaba, que las cosas iban para delante pero nada salía y me acomodé a esa situación, toreando a lo loco, y trapicheando con otro hombre. Ahí me marcho a Palma de Mallorca.

-¿Qué hizo en Mallorca?

-Acabé haciendo más sangrías que un loco. Este hombre tenía un chiringuito para guiris con música en vivo. Me utilizaba para todo. Ponía carteles de Mecano, de La Unión? me daba mi sueldecito y conseguí torear algunas novilladas en Palma, en Granada, y así hasta que vi que tenía que salir de allí.

-Y vuelve a la Península...

-Me ofrecieron torear sin caballos en un pueblo de Huelva y me cogió Curro El Andaluz. El de Palma ya se había pirado y me vi viviendo en El Chaparro, la finca de Sánchez Ibargüen sin nada de nada, más que Curro El Andaluz que me ayudaba a torear algunos festejos. Consiguió ponerme en una novillada con Pauloba en Eíbar y así voy de un lado a otro hasta que conozco a Paco Dorado.

Puede leer la entrevista completa en la edición impresa de El Correo de Andalucía.

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