Franco entra en El Palmar de Troya

La basílica palmariana se ha impregnado del blanco y marrón carmelita y ha situado diversas estatuas, entre ellas una de Francisco Franco, canonizado por este movimiento, no reconocido por el Vaticano, de esta pedanía de Utrera

Fachada del templo de la iglesia cismática teñida del color carmelita y con sus nuevas imágenes, entre ellas la de Franco. Foto: Salvador Criado Fachada del templo de la iglesia cismática teñida del color carmelita y con sus nuevas imágenes, entre ellas la de Franco. Foto: Salvador Criado La finca de La Alcaparrosa, junto al núcleo urbano de El Palmar de Troya –en el término municipal de Utrera–, alberga desde hace varias décadas un templo de grandes dimensiones. Es el que erigieron los miembros de la llamada Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, una iglesia cismática en la que existe su propio papa y que vive rodeada, especialmente en los últimos tiempos, de un halo de secretismo y misterio. Hoy día es difícil averiguar lo que ocurre tras los muros de hormigón de cinco metros de altura que encierran el entorno de una basílica que ahora se muestra de forma novedosa a cuantos la contemplan. En los últimos meses, quienes hayan pasado por la carretera A-394 han podido contemplar el cambio que ha venido experimentando la imagen de este lugar. Ha desaparecido el color gris que caracterizaba el gran edificio desde sus comienzos, para teñirse con el blanco y el marrón carmelitas. Pero, sin duda alguna, lo más llamativo de cuanto rodea a la nueva estética tiene que ver con la instalación de una serie de estatuas –siete de ellas situadas en la parte superior de la fachada– que dejan indiferentes a pocos. Además de las imágenes de Dios Padre, Jesucristo, la Santa Faz, San Francisco de Asís o San Miguel Arcángel, que podrían estar entre las reconocibles en otros templos, en el caso de la iglesia palmariana se descubren estatuas que llaman poderosamente la atención. Sin duda, la más sorprendente se encuentra a la izquierda de todas las que han dispuesto en la fachada, tratándose de Francisco Franco. Y es que este colectivo religioso, no reconocido por la Iglesia católica, canonizó a este dictador, además de a personajes como Carrero Blanco, Don Pelayo, Primo de Rivera, Calvo Sotelo o Cristóbal Colón, entre otros. Y, si llamativos son estos casos de santificación, no lo son menos algunas de las excomuniones que han ordenado en todo este tiempo, como es el caso de la Familia Real o de todos aquellos que hayan visto la película Jesucristo Superstar, por citar un par de ejemplos. Lo curioso de esta actuación es que se produzca precisamente ahora. Desde hace tiempo se viene hablando de una posible crisis económica en torno a este colectivo, al que habrían dejado de llegar los millonarios ingresos de sus seguidores que recibían hace años. El movimiento ha ido modificándose desde que Clemente Domínguez afirmara en 1969 que se le había aparecido la Virgen, la misma que años más tarde –según él– le llevó a autoproclamarse papa Gregorio XVII. Tras el auge que experimentó todo lo que rodea a esta iglesia palmariana –que llevó a erigir su gran basílica, de la que incluso llegaron a terminar la cúpula y ocho de las doce torres proyectadas–, tiempo después sus miembros tuvieron que vender muchas de las numerosas propiedades que poseían, ante la mala situación financiera que estaban sufriendo. Después de que Domínguez muriera en marzo de 2005 y fuera proclamado por su corte como San Gregorio, El Muy Grande, tomó el testigo Manuel Alonso, quien era la mano derecha del creador de todo el movimiento, y que se autoproclamó papa bajo el nombre de Pedro II –también canonizado–. La etapa actual tiene como máximo dirigente al llamado Gregorio XVIII, tras cuyo nombre se encuentra el padre Sergio María, de quien cuentan que ha radicalizado el movimiento y ha reducido la relación de sus seguidores con los habitantes de El Palmar de Troya, viviendo éstos prácticamente ajenos a todo este fenómeno y sin prestarle más atención que la justa y necesaria. ¿RESURGIR? En los últimos tiempos se ha venido hablando de un colectivo que estaba en clara decadencia, según la mayoría de los expertos en esta materia, y de que cada vez eran menos los seguidores que rodeaban a dicho grupo. Así las cosas, es llamativo que se hayan acometido los trabajos actuales, que evidentemente han debido suponer un coste importante tanto de pintura como de creación de las estatuas. Hay quienes piensan que puede tratarse simplemente de un señuelo, para dar la sensación de que sigue llegando dinero a este movimiento religioso de El Palmar y mostrar una imagen de revitalización; mientras que otros consideran que realmente ha vuelvo a resurgir el movimiento y que el lavado de cara del templo son fruto de ello y de una nueva entrada de recursos. Sea de una forma o de otra, lo que está claro es que algo está ocurriendo tras los altos muros que encierran a la iglesia palmariana, situada a escasos metros del casco urbano de la Entidad Local Autónoma de El Palmar de Troya, a unos 14 kilómetros de Utrera. Allí, protagonista ahora de los últimos movimientos, se levanta un gran templo que viene marcando el horizonte de este rincón de la campiña sevillana desde hace décadas, y que despierta la curiosidad de cuantos discurren por este entorno.

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