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Fuera de registro

el 24 oct 2012 / 09:53 h.

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En solo unos días hemos pasado de sequía musical a una apretadísima agenda que se inauguró el pasado lunes con la presentación de la primera temporada estable de la Barroca, de la mano de un ciclo de contratenores cuya planificación naturalmente se le ha confiado, y que se completará en los dos próximos meses.

Nadie mejor que Carlos Mena, invitado habitual de la orquesta y la ciudad y virtuoso incontestable de reconocido y muy merecido prestigio, para inaugurar la muestra. Lo que no calculábamos es que lo hiciera con un programa tan inadecuado para su registro. Abandonada prácticamente la composición para contratenores  una vez agotado el repertorio para los castratos del Barroco, debió estimarse que si voces con otras tesituras se atreven con piezas no concebidas para ellas, por qué no un contratenor podía prestar su color a obras del Romanticismo.

Pero la voz extremadamente aguda, estridente y especialmente potente de este registro no coincide con la suavidad y delicadeza que demandan las evocadoras canciones de Vaughan Williams, el estilo galante de Sor, la armonía de las Canciones españolas de Ledesma o la gracia tonadillera de Laserna. El dramatismo teatral de los Sonetos de Petrarca sí encontraron en su voz un vehículo más apropiado, dentro de un programa que se completó con composiciones catalanas y vascas poco divulgadas, en las que se denota la enorme influencia del españolismo. Susana Gª de Salazar, con una técnica no muy aseada, cumplió en estilo, sensibilidad y expresividad, muy evidente en las Danzas viejas de Guridi, aportando la única nota realmente romántica que exigía el programa.

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