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Fumar: prohibido en la Feria, permitido en la Semana Santa

No se podrá fumar en las casetas, pero... ¿y en las sillas de la Carrera Oficial?

el 29 ene 2011 / 13:38 h.

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Resulta que saca usted su abono de las sillas en su esquinita de siempre, en la Avenida, a razón de 88,6 euros por cabeza nada más que por darle el gusto a los niños o a la abuela, y sucede que le toca al lado el catador de Fidel Castro en visita de incógnito, fumándose unos habanos que dejan al turiferario de El Silencio a la altura del airwick con temporizador.

¿Tiene usted derecho a chistarle al municipal más próximo para que llame al Icona y reprenda al interfecto? No. Con la ley en la mano, y hasta en cualquier otro lugar, sigue estando permitido en general fumar al aire libre, si pudiera llamarse aire libre a lo que flota sobre la Carrera Oficial de la Semana Santa. Ayer, día en que por fin se sabía la decisión final sobre la Feria, sólo cabía una pregunta en la calle: ¿le parece a usted bonito todo esto? Y cada uno de los paisanos consultados mostraba un lozano ejemplar de pero, entendido no como fruta del tiempo sino como jugoso adversativo.

Sin dejar la faena, tres trabajadores de Lipasam entraban ayer al debate delante del estanco de Madre Rafols. "¿En las sillas? ¡Y en cualquier bulla de Semana Santa no se debería!", exclamaba Manuela Veloso. "Y eso que yo soy fumadora. ¿Tú sabes lo que es eso?", le decía a su compañero Manuel Macías. "¿Tú sabes lo que es que se te pongan a fumar esperando la salida de Los Panaderos en Orfila? Y yo soy fumadora, ¿eh?" Y Manuel, pese a sonreír tímidamente por condescendencia, le replicaba bajito: "Pero es que es la calle. Y yo no fumo, pero es que es la calle."

Con lo cual se llega al equilicuá de todo este asunto: ¿quién ha dicho que la vía pública no puede ser territorio legislable en esta materia, si ya lo fue en materia de micciones esquineras, fritos variados y deposiciones caninas, por ejemplo? "Yo digo que sí a fumar tanto en las sillas como en las casetas", terciaba Eva Moreno, con idéntico uniforme. "Si no, es la ruina para mucha gente." La reciente modificación a la ley 28/2005 lo deja claro, aunque algunos crean que no lo está: según el remodelado artículo 7 punto e, se prohíbe fumar en "lugares donde se desarrollen espectáculos públicos, siempre que no sean al aire libre". No hay ni un solo lugar al aire libre, salvo los parquecitos infantiles, las gasolineras y los recintos de los centros sanitarios y escolares (y en este último caso, también las aceras circundantes) donde esté expresamente prohibido fumar.

"No lo veo dramático", expresaba ayer el decano de los abogados sevillanos, José Joaquín Gallardo, que eludía intervenir profusamente en un asunto que le parece por demás estúpido. "Yo he sido fumador compulsivo hasta mayo pasado. Y, ¿sabe lo que le digo? Que si alguien quiere ponerse a discutir si se debe o no se debe fumar en la Campana en vez de admirar el palio que se pierde por Sierpes, es que es tonto. Si bien es verdad que tontos hay unos cuantos." ¿Que quiere uno fumar? Pues se sale y fuma. "¿Que no se puede tampoco en la caseta? Pues ahí está ese albero que da gloria verlo para salir uno y fumarse un cigarro donde no moleste. ¿Cuál es el problema?"

Más o menos por ese mismo caminito tiraba el hermano mayor de El Amor, Luis Torres, cuando se le preguntaba por su parecer sobre lo de las casetas y sobre la hipótesis de que alguien, en las sillas, pueda protestar por tener al lado a un fumador: "La verdad es que se hace complicado tener una opinión, porque esto me da la sensación de que es rizar el rizo. Yo no he fumado en mi vida, pero es la calle, y sigue siendo la calle aunque haya una aglomeración. Una cosa es velar por la salud pública y otra sería llegar a lo ridículo. Si se llegara a prohibir fumar en las bullas o en las sillas, ¿habría que hacerlo también en los toros, en el fútbol? ¿Habría que seguir luego por las romerías? Sería algo al borde de lo ridículo."Una opinión curiosa habría sido la del psicólogo Manuel Bosque, célebre por su terapia de hipnosis que ha quitado del tabaco a un buen manojo de sevillanos. Y como habría sido curiosa, este periódico fue a recogerla: "Yo comprendo todas las molestias que causa el tabaco entre quienes no fuman, pero empiezan a ser exageradas las limitaciones a la libertad de fumar. A mí no me gusta tener al lado a alguien fumando, pero hay que saber defender también la libertad de los fumadores, sin que ello impida una lógica limitación."

Como conclusión: si es usted fumador y abonado a las sillas o a las bullas allá donde éstas se manifiesten, nadie le podrá afear la conducta mientras los vencejos sobrevuelen su cabeza, así esté aquello que no se quepa de gente. Si alguien amenaza con avisar a los municipales, quédese tan pancho. Y si, por el contrario, se cuenta usted entre quienes no consideran que deban aguantar las excrecencias ajenas ya sean sólidas, líquidas o gaseosas, lo mejor es que sea precavido y que, en todo caso, tire más de mano izquierda que de entrecejo fruncido para resolver las posibles controversias. A todo esto, los tres trabajadores de Lipasam caminan ya a lo lejos por la acera del colegio Santa Ana. Si uno de ellos encendiera allí un cigarro no sólo le caería una multa, sino que la probabilidad de que ese humo entrase por las fosas nasales de un niño sería la misma de que lo hiciera un moscardón. "En las casetas sí me parece bien que no lo permitan", dice Luis Amor. "No hay ventilación buena, son muchas horas, hay niños..." Pero cuidado: la Semana Santa, ni tocarla.

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