En un escenario anegado, los sistemas ceden trascendencia en favor de conceptos tácticos invisibles para el público en general. El 4-2-3-1 de Pepe Mel no fue tan sustancialmente relevante como las órdenes de su manual: coberturas, permutas y vigilancias defensivas a aplicar durante 90' de riesgo y sangre. El triunfo cobraba una importancia capital por el estado del césped y la sensación de debilidad exhibida en las últimas semanas por el Celta.
El Girona propuso un fútbol directo en los primeros compases. Las imprecisiones en la zaga, originadas por el agua, generaron que Isidoro y Nacho, laterales de cierta vocación ofensiva, redujeran su proyección en el área catalana. El Betis apenas generó peligro en transiciones elaboradas. El cuadro de Pepe Mel basó sus esperanzas en las segundas jugadas y en las acciones de estrategia, un repertorio amplio y que ha reportado réditos a los discípulos del madrileño en los últimos encuentros.
En los estertores del choque, y con 0-1 en el marcador, el preparador heliopolitano decidió replegar líneas, realizó tres cambios de corte defensivo y dispuso un sistema, el 4-1-4-1, equilibrado. Arzu, que cumplió a la perfección el papel de segadora, figuró entre líneas y Jorge Molina de llanero solitario, buscando un 0-2 que acarició el Betis... a balón parado. Un triunfo de manual.