El Fútbol con mayúsculas ya está aquí. El que acapara los shares de televisión hasta elevarlos a la enésima potencia. El que concita el interés de reyes, jefes de gobiernos, y los que lo fueron, y demás adláteres políticos y empresariales, que se dan cita en los palcos para que sean vistos, dado que el juego es lo que menos les interesa, ha llegado a su recta final en el Mundial de Sudáfrica.
Estos días aparecerán muchos más. Llenos en los hoteles de lujo, aviones que van y vienen cargados de personajes y de empresarios patrocinadores del evento y no digamos de los dirigentes de la UEFA y la FIFA, que están disfrutando de sus puestos gracias al fútbol y a su máxima expresión: la Copa del Mundo.
Pero falla el fútbol. ¿Y el fútbol? ¿Y el juego? Parece que es lo que menos importa. Están pendientes de todo tipo de detalles, sobre todo de los publicitarios y organizativos. Árbitros exóticos que no dan la talla pero que tienen que estar para que sus federaciones agradezcan su presencia con el voto cuando lleguen las elecciones. Partidos sin interés en horarios inusuales y con un juego que propicia la siesta y que no entran en todo aquello que se cuida hasta el más mínimo detalle.
El fútbol, el juego, parece que es lo que menos interesa dado que las audiencias y los pingües beneficios televisivos son tales que dejan a un lado lo que algún día podría pasar factura: el fútbol.
Alemania, en plan máquina. El comienzo de los octavos de final del Mundial de Sudáfrica ha sido muy esperanzador. Alemania, una vez más, ha barrido a Inglaterra, esta vez por 4-1. Hasta pudo haber polémica por el escandaloso gol anulado por el colegiado uruguayo Larrionda, por error de su asistente, al no dar como gol un remate de Frank Lampard al larguero que entró un metro dentro de la línea de gol.
Se recuerda ahora el tanto de Geoff Hurst en la prórroga de la final de la Copa del Mundo en 1966 en Wembley a favor de Inglaterra: el balón dio sobre la línea pero el árbitro suizo Gottfried Dienst lo concedió. Al final fue tal la superioridad alemana que esa jugada queda en anécdota. Esperemos que se anime en la recta final este Mundial y que aparezca el auténtico rey del espectáculo que es únicamente el fútbol. El que puede sustentar las audiencias televisivas y a los organizadores de tantas fiestas a su alrededor para mayor gloria de sus eventos.