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Galicia y Euskadi. Elecciones separadas, tampoco era para tanto

En el día en el que vascos y gallegos deciden sobre sus respectivos gobiernos autonómicos, en Andalucía los habrá que miren con sana envidia lo sucedido en estas elecciones al celebrarse en solitario...

el 15 sep 2009 / 23:19 h.

En el día en el que vascos y gallegos deciden sobre sus respectivos gobiernos autonómicos, en Andalucía los habrá que miren con sana envidia lo sucedido en estas elecciones al celebrarse en solitario, por separado, y, por tanto, al menos en teoría, sin contaminación alguna de unas generales, a diferencia de lo que viene ocurriendo, sistemáticamente, en nuestra comunidad. Se considera que, así, se garantiza un debate estrictamente autonómico al producirse las condiciones idóneas para que la discusión política se centre en los temas más cercanos al ciudadano. Sin embargo, a tenor de lo visto en estos días de campaña, sería mucho decir que ambas comunidades han llegado a disfrutar de un debate propio. Quizá, el caso gallego ha sido el más paradigmático. Fueron los primeros en convocar a las urnas para el 1 de marzo, iniciativa a la que se sumó, de inmediato, Ibarretxe haciéndolas coincidir con las suyas, un movimiento, por cierto, que no gustó mucho al presidente gallego, Emilio Touriño ni, tampoco, a los socialistas de Ferraz que confiaban en el efecto dominó de un hipotético triunfo previo en Galicia para allanar el camino, posteriormente, en Euskadi.

Galicia, terreno propicio para el choque PSOE-PP Se demostró, de inmediato, que el afán de preservar el debate de otras cuestiones quedaba en la comunidad gallega hecho trizas. La pelea era lo suficientemente importante como para que sólo se circunscribiera a asuntos, si se permite el término, puramente domésticos. Irrumpió el escándalo del caso Correa, de corrupción en el seno del PP, que ocupó todo. En verdad, lo más local que trascendió pudieron ser las acusaciones de despilfarro en el gasto público y sobre política lingüística, por cierto, toda una ofensiva articulada, fundamentalmente, por medios con sede en Madrid y no, precisamente, en Santiago. Por no haber, ni siquiera ha habido debates "cara a cara" o en cualquier otro formato entre los distintos contendientes que, además, para colmo, han estado arropados, un día sí y otro también, por sus respectivos líderes nacionales quienes han efectuado un descarado desembarco en esta tierra, dada la trascendencia de lo que allí se dilucida en el día de hoy.

Lucha contra la abstención Y qué decir de la campaña vasca, capitalizada por las permanentes especulaciones sobre las posibles mayorías de gobierno que se podrán formar a partir del recuento de votos y sus consecuencias futuras sobre la estabilidad del Ejecutivo de Zapatero. Podría haber sido una buena ocasión para que los nacionalistas se atrevieran a explicitar con todo detalles su plan más "soberanista", pero han preferido mantener un discurso de bajo perfil para no asustar el elector moderado, aunque eso sí, teniendo siempre como referencia en sus ataques, no a uno de sus principales contrincantes, Patxi López sino al mismo Estado español como gustan decir con tal de granjearse así un enemigo de mayor consideración y ganar una mayor relevancia. Pues bien, ni por esas. Salvo sorpresas, la participación será considerablemente baja. Seguramente, habrá ventajas al celebrarlas por separado pero, al menos esta vez, no se ven por ninguna parte.

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