Cultura

Ganó Ángel Jiménez pero el mejor fue Galván

Había entrado por los pelos, ganándole la mano a otros chicos que habían hecho suficientes méritos para estar en la final del pasado jueves. Y, lo que son las cosas, el ecijano Ángel Jiménez salió de la Maestranza como triunfador oficial de un ciclo en el que siguen valiendo más los números que la calidad del toreo.

el 16 sep 2009 / 06:10 h.

Había entrado por los pelos, ganándole la mano a otros chicos que habían hecho suficientes méritos para estar en la final del pasado jueves. Y, lo que son las cosas, el ecijano Ángel Jiménez salió de la Maestranza como triunfador oficial de un ciclo en el que siguen valiendo más los números que la calidad del toreo. El aspirante de Écija, muy arropado por sus paisanos durante toda la noche, volvió a mostrar un envidiable desparpajo, una gran dominio de la escena y -también- una mayor firmeza que en la novillada clasificatoria. Jiménez sabe expresarse delante de los novillos, vender como nadie todo lo que le hace sea excelente, bueno o regular.

Su primero -un precioso ensabanado y remendado- fue brutillo pero tuvo su importancia. Y aunque le dieron una oreja con la parroquia a favor después de una labor salpicada de chispazos de calidad, tuvo más mérito su labor al sexto, cuando la medianoche había doblado hacía largo rato. Ése fue un eral que respondió mejor en la distancia corta y así lo supo ver Jiménez que volvió a transmitir al tendido lo mejor de sí mismo con el inquebrantable apoyo de sus paisanos ecijanos. Para él, gracias al jurado, será el vestido de torear que regala la Real Maestranza de Caballería.

Pero no sería nada justo dejar de recalcar que la faena más importante de la noche -con o sin vestido- la firmó el jerezano David Galván, que emborronó lo mucho y bueno realizado con el mal manejo de los aceros y su extraña inhibición -después de ser volteado- cuando estaba a punto de sonar un tercer aviso que acabó cayendo pese a la elegante benevolencia del palco. Y es que a Galván le fallaron las estrategias, se pasó de faena -sobraron los ayudados finales- cuando el novillo pedía la muerte y estaba loco por rajarse. Pero antes había revelado un toreo técnico, bello y firme. Técnico, porque logró sujetar la huida del manso novillo de Macandro en una persecución por todo el ruedo que se acabó trocando en una templada, estética y bien construida faena en la que no faltó la personalidad, la variedad y la imaginación y, mucho ojo, la firmeza necesaria para resolver la papeleta. Lo dicho, lo que iba camino de dos orejas de verdad se quedó en esa ovación de consolación. Repuesto del disgusto, Galván se la jugó de verdad, sin volver la cara, con el peligrosísimo quinto hasta resultar derribado varias veces. Sin orejas, con los tres avisos, es el ganador moral.

Sin suerte en el lote, Diego Fernández no logró acoplarse en ningún momento con el complicado primero pero, algo más suelto, mostró sus grandes posibilidades con el bruto y molesto cuarto. Con éste si se arrimó de verdad hasta enjaretarle un puñado de muletazos sedosos que, ésa es la verdad, fueron los mejores de la noche.

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