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Garbanzada para coger con ganas la Feria

"No hay Feria de Abril sin los garbanzos de Robles", apuntaba Pedro, el hijo del emblemático restaurador sevillano, Juan Robles.

el 15 sep 2009 / 02:46 h.

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"No hay Feria de Abril sin los garbanzos de Robles", apuntaba Pedro, el hijo del emblemático restaurador sevillano, Juan Robles. La calle Álvarez Quintero se llenó de empresarios, cantantes, políticos y una multitud de allegados de la familia que no se quisieron perder esta tradicional cita antes del pescaíto.

Tópicos primaverales que en esta tierra mariana son casi de obligado cumplimiento. La Catedral perfumando incienso y mientras, en la cuesta del Bacalao, una bulla -que no de capirotes- intentaban abrirse paso por la siempre concurrida y angosta calle Álvarez Quintero.

"No entiendo los farolillos y tampoco a este hombre con la manzanilla en medio de la calle. ¿Pero la Feria no empieza el lunes por la noche?". Eran las palabras de una francesa que, agobiada por el coro rociero que ponía la nota a la fiesta y por los camareros de Robles que no paraban de sacar bandejas con su mejor chacina, buscaba una respuesta a tan monumental revuelo a eso de las dos y media.

El sevillano de a pie, ése que sabe conjugar la seriedad en Semana Santa y la juerga en Feria, no tiene inconveniente en reconocer que la semana antes del lunes del pescaíto "también es Feria, se pongan como se pongan los que marcan los días en rojo en el calendario", reía un habitual de la cita con los garbanzos.

Pero para los foráneos de la ciudad es cuanto menos sospechoso que, a una distancia aproximada de 4 kilómetros, los farolillos engalanen una calle totalmente céntrica. "Vamos, que Sevilla es especial para todas las cosas", comentaba con sus amigos el culpable de la consabida cita anual con los garbanzos en un tono amistoso, Juan Robles.

La ración servida en cazuelas de barro a la antigua usanza es tan necesaria para coger fuerzas durante la semana que se avecina como para arrancar la guita que viene en las botellas de manzanilla.

Cambiando de tercio, entre platos con jamón, taquitos de queso y panecillos envueltos en carne, hizo su aparición el plato que le da nombre al viernes de pre-Feria, y fue entonces cuando un centenar de personalidades coparon los últimos recovecos que quedaban.

Nadie se quería perder a la familia Robles rodeada de trajes de gitanas, claveles y, por supuesto, con su correspondiente plato de legumbres. La famosa letra de la sevillana del polvo del camino yo traigo la boca seca invitaba a refugiarse del sol y de sus generosos 30 grados.

Las invitaciones para las casetas en el Real corrían de mano en mano con la tradicional frase "vente un día y nos tomamos algo". En resumidas cuentas, que la Garbanzada de Casa Robles fue un éxito otro año más, lo que acredita su consolidación en el calendario de pre-Feria. Así lo vienen celebrando sus dueños desde hace una veintena de años. Y lo seguirán haciendo hasta que el cuerpo les aguante.

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