El repertorio para solo de violonchelo no es muy amplio, por lo que se suele recurrir a las suites de Bach para una presentación en sociedad, todo un monumento musical con todas las posibilidades de lucimiento que busca un intérprete, sobre todo cuando tiene que empezar a demostrar sus habilidades técnicas y expresivas.
Con sólo dieciocho años, y clausurando en esta temporada el ya tradicional ciclo dedicado a nuevos valores de la interpretación, Ferrández recorrió el conjunto "bachiano" yendo de un extremo a otro. Para ello eligió las piezas que lo enmarcan, la muy célebre suite no 1, en la que primó limpieza técnica y generosidad de registros y dinámicas; y la complicada suite no 6, la más aguda de las seis, compuesta seguramente para violonchelo "piccolo" de cinco cuerdas, cuya escritura entraña una enorme complejidad, y donde su fraseo no se mostró tan preciso ni su afinación tan lograda. Sus cambios de tonalidad y su línea melódica y armónica continuamente cambiante exigen una madurez interpretativa como la que exhibió Mercedes Ruiz en el maratón solidario por Haití celebrado el pasado sábado en Los Terceros con inexplicable escasez de público. No obstante la intensidad expresiva del joven intérprete quedó patente en los movimientos lentos, "Allemande" y "Sarabande", y cuando hubo que exhibir ímpetu y vigorosidad, como en la "giga" final, también cumplió el desafío.
La brevedad del programa propició que el violonchelista se mostrase generoso en las propinas, cambiando de registro aunque no tanto de estilo interpretativo, impetuoso de nuevo en la suite para cello solo de Cassadó, y profundo y emotivo en el inevitable "Cant dels ocells" de Casals.
