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Gil... y lo que sigue

Si fuese gacela me gustaría morir en las fauces de un león y no a mordiscos repetitivos de perros del desierto, faltos de profesionalidad. Que en la vida, y en la muerte, es preferible lo profesional a lo aficionado, la especialización a la ausencia de ella.

el 16 sep 2009 / 04:58 h.

Si fuese gacela me gustaría morir en las fauces de un león y no a mordiscos repetitivos de perros del desierto, faltos de profesionalidad. Que en la vida, y en la muerte, es preferible lo profesional a lo aficionado, la especialización a la ausencia de ella. Paseando por Marbella, sus calles y las murallas de la pequeña ciudad acogedora me llevaron a esta reflexión, periódico en mano, leyendo al tiempo los mordiscos que sus imitadores están dando en Estepona, en Mijas, y en tantos sitios en los que se ha copiado la indecencia del gordo ostentóreo.

Nombres siguen llenando, 15 años después, páginas de periódicos que huelen a corrupción, a gusanos, a escondites, a robo de carteras sirlando el traje y no con la habilidad del prestidigitador. Dedos prestos que han sido sustituidos por obscenos guantes de boxeo con los que se golpea la inteligencia al tiempo que se llenan las arcas propias y las de su partido, el partido. De lo que se sabe, toda la costa. Da igual: hoy Estepona, ayer Mijas, y tantos otros lugares en los que el dinero de todos, los montes de propio, van cambiando de manos, de alforjas, con el desgarro de un perro del desierto que empieza a comer a su víctima sin disimulo, mientras ésta, impotente, observa resignada la llegada de la muerte que sube desde su grupa.

Son los aficionados, aprendices, que quieren emular al viejo maestro de la prestidigitación: del bolsillo de todos al suyo propio, con disimulo. Da igual cómo se llamen o en qué se escuden. En los periódicos aparecen nombres como el de Patricia Rojo, hija de presidente del Senado, o el de Paula Chaves, hija de vicepresidente de Gobierno, o Barrientos, que, por si acaso, no esperó a que actuasen sus hijos. También salen un tal Flores, un tal Crespo, un tal Reina. Y salen nombres de pueblos que esconden en su gentilicio ciudadanos que pagarán con sus impuestos los mordiscos que ellos mismos recibieron.

Como no se deben decir palabrotas, mi hijo dice que algunos son gil?y lo que sigue. Y yo respondo: algunos no, hijo: todos.

Consultor de comunicación

isidro@cuberos.com

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