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'Gira' en Los Palacios

Las cifras de ayer definen por sí solas el mayor acontecimiento festivo de Los Palacios y Villafranca: 25.000 romeros, 3.000 caballos y más de 500 carros para una gira de ida y vuelta al parque periurbano de La Corchuela, a 12 kilómetros del pueblo. El titular o la excusa, San Isidro, que no es patrón pero como si lo fuera.

el 16 sep 2009 / 02:53 h.

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Las cifras de ayer definen por sí solas el mayor acontecimiento festivo de Los Palacios y Villafranca: 25.000 romeros, 3.000 caballos y más de 500 carros para una gira de ida y vuelta al parque periurbano de La Corchuela, a 12 kilómetros del pueblo. El titular o la excusa, San Isidro, que no es patrón pero como si lo fuera.

La estampa se repite desde hace 54 años, aunque cada vez es más multicolor. De ello se encargan los volantes de los trajes, las flores que las niñas se han comprado para el pelo, los papelillos para adornar los carros y el brillo de la felicidad que se ve en los ojos de los jinetes, tiesos en sus jacas relucientes. El broche a esta romería que aquí se llama gira lo puso el año pasado la Consejería de Turismo al declararla Fiesta de Interés Turístico de Andalucía.

La gira de Los Palacios y Villafranca, como un giro italiano a los pinares, como una tourné francesa con los bueyes, consiste en ir y volver a La Corchuela, de la mañana a la noche, con San Isidro Labrador de guía espiritual, pero el acontecimiento dura dos días, pues hoy lunes de resaca el pueblo sigue desierto, durmiendo el cansancio del camino para el que no basta una noche. En rigor, dura mucho más, pues hacía semanas que la pregunta se repetía en las peluquerías, en las panaderías, en las gasolineras, en la cola del supermercado, como una consigna socializadora: ¿Tú este año vas a la gira?

Se pregunta porque hay más de 10.000 palaciegos, los que no van, que buscan alternativas que también son clásicas: las playas de Chipiona, Sanlúcar, El Puerto, Conil, o el zoológico de Jerez. El caso es que el pueblo, de 36.000 habitantes, parecía ayer un western solitario a las once de la mañana.

Antes, desde las ocho, cuando el santo fue subido a la carreta, la recta que va de la calle Aurora a la carretera de El Monte era un hormiguero creciente; de gente que iba y gente que miraba. El alcalde de Los Palacios y Villafranca, Antonio Maestre (PSOE), que acompañó en su salida a San Isidro escoltado por otros concejales de su gobierno y de la oposición, recordó que "hemos realizado un gran esfuerzo con el fin de coordinar al casi centenar de personas que intervienen en el dispositivo de la romería".

Aquí importa mucho el detalle, el primor, el último retoque. No se va a la romería de cualquier manera. Eso era antes. Ahora la hermandad de San Isidro y la concejalía de Festejos animan a los vecinos a "mantener las señas de identidad" y a "acudir con la indumentaria y los medios tradicionales". No hace falta, porque aquí todo el mundo tiene interiorizado el betún para los arreos, el sombrero sobre el lado izquierdo y el traje de flamenca nuevo. Aquí no hay crisis que valga.

San Isidro fue acompañado en todo momento. La flauta y el tamboril se turnaban con los cantes de miles de personas que iban andando, con una polifonía de sevillanas cuyo eco se repetía de carro en carro, de charré en charré. Los cascos de los caballos, el motor de los tractores, los cohetes y las palmas se sucedían hasta la última rotonda, por donde la algarabía se va haciendo más relajada.

Las risas, los bailes, la hermandad campera iban clavando sus picas de jolgorio por una senda sin prisas hasta La Corchuela, por donde los carros invaden las sombras de pinares, alcornoques y encinas de aquí y de allá. Se almuerza, se canta, se pasea, se monta una bamba, se dormita, se prepara el regreso, que siempre es más pausado, hasta la entrada crepuscular otra vez por el Furraque, con cantes más lentos y risas más flojas y melancólicas. Hoy se recuerda todo como en una sucesión de alegres instantáneas.

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