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Gomorra en Utrera

Esa nueva divinidad, encarnada en el principio de que la democracia empieza y acaba en uno mismo, ha decidido expulsar a los gitanos rumanos de Utrera en masa...

el 15 sep 2009 / 06:00 h.

Esa nueva divinidad, encarnada en el principio de que la democracia empieza y acaba en uno mismo, ha decidido expulsar a los gitanos rumanos de Utrera en masa, de la misma manera que Yahvé decidió acabar con los habitantes de Gomorra. Las televisiones lo difunden sin añadir que la petición es imposible porque son ciudadanos tan europeos como los que han estampado su firma en ella. Nadie dice que son sujetos de derechos y deberes, uno a uno, como ese chaval que viene de recolectar patatas en la empresa donde trabaja y entra en la pantalla. El chaval se explica como puede y, antes de desaparecer frente a nuestro sofá, añade como un agonizante ante la muerte: "Pero yo no me quiero ir".

Ante ese ruego desesperado es cuando nuestra sociedad -estructurada en asociaciones vecinales, sindicatos o hermandades- debería acudir a la Declaración de Derechos Humanos y recordar cómo allí se explicita que las penas están para los que delinquen y para los que no, la libertad sin restricciones. O a la piedad, abriendo la Biblia por el episodio de la destrucción de Gomorra y leyendo que hubiera podido salvarse de haber vivido allí algún justo. Pues ese chaval es, aquí y ahora, el justo -tan justo como creemos serlo cualquiera de nosotros- y salva a los demás de la expulsión. Los delitos son otra cosa: para ellos en una democracia están, no las firmas, sino los guardias y los jueces.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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