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Good what?

Puede que los analistas económicos aún no hayamos dado con buenos conceptos para hacer un diagnóstico de las causas y posibles soluciones de la actual recesión pero, a cambio, el comportamiento de que están dando muestras los directivos recién prejubilados de las grandes corporaciones...

el 15 sep 2009 / 23:59 h.

Puede que los analistas económicos aún no hayamos dado con buenos conceptos para hacer un diagnóstico de las causas y posibles soluciones de la actual recesión pero, a cambio, el comportamiento de que están dando muestras los directivos recién prejubilados de las grandes corporaciones financieras rescatadas (Merril Lynch, AIG, Wachovia, etc.) arrojan luz allí donde los mejores estudios no llegan.

Y puede que, como admitía el G-20, el sistema financiero mundial adolezca de falta de transparencia, pero tampoco sería correcto decir que hay disimulo en el modo en que ex consejeros delegados fracasados se aferran a sus blindajes con la, no ya aquiescencia, sino complicidad de facto de unos gobiernos (keynesianos según cómo y para quién) conjurados en mantener con vida a los zombies bancarios.

Escojo entre ellos la historia reciente del Royal Bank of Scotland (RBS) y de su ex-jefe Sir Fred Goodwin. Merece contarse por su carácter emblemático y especialmente instructivo para comprender la mezcla de patrañas (pero no ceguera: ahí están los blindajes contractuales) en que ha devenido el mundo de las empresas financieras globalizadas, y como su estallido amenaza con acabar con el bienestar construido en los últimos treinta años sin que los responsables, a pesar de estar identificados, se vean en la necesidad de responder por ello. Antes bien, al contrario. Goodwin es una categoría.

La secuencia de hechos es la siguiente: Goodwin tomó el control de RBS en 2000 cuando este era un sólido banco con considerable implantación a nivel regional, pero que únicamente ocupaba el puesto 391 del mundo según su valor en bolsa. En 2003, ya se situaba en el quinto puesto. Entre medias hubo una política expansiva frenética fundamentada en adquirir otras entidades (hasta 26, siendo la última la holandesa ABN Amro) a lo largo del mundo. El título de Sir le fue concedido en 2004, por sus aportaciones al sistema bancario. También fue antes Empresario del año (Forbes) y doctor honoris causa (London Business School).

Su política crediticia, en un contexto de bajos tipos de interés, fue el de lanzarse a apoyar las operaciones más arriesgadas. Fueron reconocidos líderes en el respaldo de las "compras con apalancamiento de activos" (leveraged buyouts), esto es, la compra o toma de control de una empresa mediante préstamos avalados por los activos de esa misma empresa que se está adquiriendo.

Esta táctica, se ha demostrado, es como una bicicleta en la que sólo puedes mantener el equilibrio mientras puedas seguir pedaleando. Y en 2007 empezó a sentir cómo, con el estallido subprime, se les acababa la carretera. En su huida hacia delante intentó, no obstante, una gigantesca (y patética) ampliación de capital en abril pasado. Finalmente, la crisis crediticia demostró que la entidad no era más que un cascarón vacío y agujereado por las inmensas deudas que se agolpaban tanto en su seno como en sus filiales de inversión. No tuvieron entonces más remedio que acogerse al indulgente plan de rescate del gobierno británico, que ya posee más del 70% de la entidad y, de este modo, ha conseguido taponar la bancarrota, que no la sangría.

Pero este pastel de imprudencias y medias verdades tiene una guinda que sirve también de moraleja: Goodwin se ha retirado (tiene 50 años) con una pensión de más de 700.000 libras anuales del banco que ha dejado hueco y que, a efectos prácticos, sólo continúa existiendo gracias a los fondos públicos que ya no podrán destinarse a otros fines alternativos. Es decir, el rescate público no ha servido (allí tampoco) para restaurar el crédito, pero sí está sirviendo para asegurar un retiro dorado, que de otro modo no disfrutarían, a los que han hecho trizas el sistema.

Volvamos la mirada hacia España. Los bancos de matriz española ciertamente no están tan afectados (o todavía no), pero lo cierto es que reciben préstamos en condiciones ventajosas con dinero público cuando, precisamente, eso es lo que echa en falta el resto del sector privado. En la medida en que la banca privada no actúa como correa de transmisión de las ayudas públicas tenemos derecho a preguntarnos a quién están realmente rescatando los planes de rescate. En el Reino Unido ya empiezan a darse cuenta.

"Los pecados de los padres los cobran los hijos", que decía el Perich.

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