Paco Lira / Paco CazallaPoetas, novelistas, gente de teatro, flamencos, rockeros, intérpretes clásicos, artistas plásticos... El mundo de la cultura sevillana y universal se vestía ayer de luto para lamentar el fallecimiento de Francisco Lira, fundador de La Cuadra y La Carbonería, dos focos culturales que alumbraron a la capital hispalense durante décadas a través de recitales, exposiciones y otras múltiples actividades, y que ayer mismo tenía programada la presentación de un libro.
Después de luchar contra una larga enfermedad, dio su último adiós un hombre al que todos recuerdan como «prudente, callado siempre y escuchando mucho», según palabras de Juan Bonilla, quien frecuentó durante mucho tiempo La Carbonería y llegó a publicar bajo los auspicios de Lira su primer libro, Veinticinco años de éxitos. «Si le tiraba de la lengua, me contaba cosas de los viejos anarquistas de la ciudad, de Juan Blanco, Agustín García Calvo y tantos otros que me interesaban, pero podía hablar de primera mano de mucha gente», agrega Bonilla, que solía celebrar tertulias en La Carbonería junto a autores como Antonio Cano o Fernando Ortiz.
También recuerda el escritor, entonces advenedizo y hoy consagrado, la generosidad de Paco Lira para con muchos visitantes, sobre todo músicos, que llegaban a Sevilla y encontraban en la planta superior de La Carbonería un lugar donde descansar, a veces por periodos prolongados. Lo confirma Manuel Bohórquez, crítico flamenco de El Correo de Andalucía, quien evoca a Lira como «un hombre bueno que socorría a todo el que podía», así como «un hombre fundamental para el flamenco desde los años 50».
Según Bohórquez, Lira era cuñado del legendario Chiquito de Camas y nunca ocultó su devoción flamenca, «especialmente de los artistas gitanos, a los que conocía muy bien, ya fueran de Lebrija, de Utrera o de cualquier otro rincón. Mairena, Anzonini, Perrate, los Peña, Camarón, todos, desde los más grandes a los más modestos, pasaron primero por La Cuadra y luego por La Carbonería. Tengo incluso una foto de Mario Escudero en La Carbonería. Y bueno, El Cabrero prácticamente salió de allí», añade. Y no solo El Cabrero: El Turronero, Lole y Manuel, Curro Malena o Manuel Gerena tuvieron en casa de Paco Lira su primer gran impulso como artistas. Incluso se dice que el papel de Lira fue decisivo en la creación de la Bienal de Flamenco de Sevilla.
Nacido en 1927, con 27 años abrió un mesón en las dependencias de una vaquería, que empezó a llamarse La Cuadra. Lo recuerda muy bien Salvador Távora, quien se dio a conocer como hombre de teatro gracias a Paco Lira que participó en la génesis del espectáculo Quejío y llegó a adoptar el nombre de La Cuadra para su compañía, cuando La Cuadra original fue cerrada por orden gubernamental, la misma suerte que correrían sus empeños posteriores.
«Paco ha sido un puntal fundamental, donde todos, todos, en la cultura y en la política también, hemos sido amparados y apoyados por su compromiso abierto», explicaba conmovido ayer con la noticia. «Sevilla y su gente le deben lo que no hay. Lo único que podemos hacer ahora por él y su memoria es seguir luchando».
En el mismo local de La Cuadra ensayó el grupo de teatro Esperpento en el Tiempo, donde militaban Alfonso Guerra y Amparo Rubiales, que con el tiempo llegarían a ser destacados políticos con responsabilidades de Gobierno.
Pintores como Cortijo, Molina y Ripollés o escultores como Nicomedes y Cristóbal Aguilar, entre otros muchos, se dieron a conocer en La Cuadra, así como renovadores de la música popular como Triana o Gualberto y los Smash, iconos indiscutibles del llamado rock andaluz, o el inefable Silvio.
En 1978, Francisco Lira rescata de la piqueta una de las últimas carbonerías moribundas de Sevilla y la convierte en un centro de reunión de «progres, marginados y gentes del desenfado con algún que otro acto cultural», según llegó a definirla José Aguilar en El País.
Pero fue y es mucho más: un lugar donde han encontrado su casa algunas de las personas más lúcidas y sensibles que haya dado España en los últimos tiempos. Donde desde jugadores de Go hasta poetas noveles, cantautores o pintores, encontraban siempre las puertas abiertas. Y allí estaba siempre Francisco Lira, como lo seguirán estando sus hijos Pisco y Sergio, haciendo de la taberna un templo y de la hospitalidad un arte. Hoy será despedido en el tanatorio de San Jerónimo.