Cultura

Gran faena de Enrique Ponce en Valencia, que corta una oreja

Un brindis especial en la tarde, al nieto mayor de los Reyes de España, Felipe Juan Froilán de Todos Los Santos, hijo de la Infanta Elena, que presenciaba la corrida de la Feria de Fallas. Foto: EFE.

el 15 sep 2009 / 01:54 h.

Un brindis especial en la tarde, al nieto mayor de los Reyes de España, Felipe Juan Froilán de Todos Los Santos, hijo de la Infanta Elena, que presenciaba la corrida de la Feria de Fallas. Carita de niño y porte de persona mayor, pequeño Froilán, como cariñosamente le llama el pueblo español, ocupaba una barrera al lado de su padre, que por segunda vez le traía a la plaza en esta feria. Una presencia celebrada por todos los aficionados taurinos, que en España y en otros países con esta tradición se cuentan por millones.

Ponce le brindó la muerte del cuarto toro, animal que no estaba a la altura de las circunstancias por sus escasas fuerzas y malas ideas. Papeleta para el torero, que sin embargo resolvió con suma maestría, valor y extraordinario talento.

Acertó el valenciano además de en el detalle de significar la presencia del pequeño Froilán en los toros, en la magnífica faena que a continuación le dedicó. Porque después de contemplar el prodigioso toreo de Ponce, es posible que al niño ya no haya que traerlo más a los toros, seguramente querrá venir solo por su cuenta, y más si el que se anuncia es Enrique Ponce.

Un poderoso Ponce que doblegó las aviesas intenciones del toro, llevándole muy cosido a los engaños para evitar que se le viniera encima. Porque se frenaba en el centro de las suertes, sin humillar, y midiéndole constantemente. Quedarse allí era más que valor. Y conseguir obligarle a seguir el trazo de cada muletazo, pura maestría, expresión de mando absoluta.

Los cites muy en corto, sin embargo, el recorrido del toro en cada muletazo se hizo interminable por la lentitud, temple y parsimonia en la interpretación. Faena a más, con rúbrica de una estocada en el mismo hoyo de las agujas.

Hubo disgusto general por la concesión de un solo trofeo, y es que ni punto de comparación, por ejemplo, con las dos orejas que le dieron hace unos días a El Fandi. O sin ir más lejos la oreja que había cortado César Jiménez en el toro anterior esta misma tarde.

Fue faena fácil y bonita, de mucha seguridad pero ni mucho menos con los intríngulis que tuvo la de Ponce, entre otras cosas por la enorme diferencia en el comportamiento del toro. Y no se trata de restarle méritos al madrileño, cuyo trofeo vale también su peso en oro.

Lances a la verónica en el saludo y quite por chicuelinas con tafalleras, tuvieron su aquel. Las banderillas de Montoya aportaron mucho ambiente. Y la faena de muleta desde un cambio por detrás quedándose completamente inmóvil y hasta la estocada final, fue también una lección de torería.

La tarde no tuvo más. Ni Ponce en el primero, cuya labor se limitó a apuntalar al inválido toro, ni Jiménez con el difícil sexto, ni El Cid, que no tuvo tela que cortar en su lote también imposible, pudieron hacer nada. El sevillano pasó de puntillas por el coso de Xátiva. Si el primero no le dio ninguna opción, estuvo muy desconfiado con el quinto, un toro al que castigó en exceso.

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