Cultura

Granada volvió a batir a Sevilla

El aspirante José Ángel Fuentes cortó una oreja de cada novillo y se buscó un hueco en la final.

el 15 jul 2011 / 15:49 h.

El joven José Ángel Fuentes.

Aunque aún falta un festejo clasificatorio, el cuadro de honor de estas novilladas veraniegas ya cuenta con cuatro nombres para escoger a los tres finalistas que se disputarán el chispeante traje de luces que regala la Maestranza. El cuatro hombre que se ganó ayer su inclusión en la terna final venía de un pueblo de Granada, bien arropado por El Fandi, para volver a pegar un considerable repaso a los representantes de la cantera taurina sevillana.

El chico se llama José Ángel Fuentes y tiene hechuritas de novillero de otra década. Enjuto y canijo, maneja las telas con solvencia, sentido de la estética y buena colocación. Le falla a veces la velocidad de los engaños, que deben atemperarse mejor a los viajes de sus enemigos para que el toreo no brote tan rapidillo. Pero, con o sin esas cositas enmendables, el muchacho mostró una buena proyección en los dos erales que sorteó. Con el primero, al que enjaretó alguna chicuelina amanzanarada, toreando con buen trazo y cierta personalidad en una labor que encontró sus mayores desigualdades por el lado izquierdo. Pero Fuentes supo hacer crecer la faena, que abrochó con un puñado de molinetes que elevaron el tono y pusieron en sus manos una oreja refrendada por la estocada trasera y contraria que tumbó al eral, que se dejó casi siempre.

El granadino remacharía el clavo cortando otra oreja del sexto eral de la noche, un novillete alegre y boyante que se rebosó en las suertes permitiéndole mostrar de nuevo su buen concepto. José Ángel Fuentes compone con naturalidad y no está exento de clase. Se pasó un punto de faena pero el nuevo trofeo, con la plaza metida en la gorra, le supo a gloria. Que se vaya preparando para final de mes. Suerte.El cartel se completaba con dos sevillanos. El primero, de la escuela de Amate, pasó un indisimulado mal rato a pesar de sus esfuerzos y voluntad pero una cosa es querer y otra poder y el tal Martín Carmona no pasó de arrancar algún natural al primero de la tarde para perder todos los papeles con el cuarto, que además le dió una paliza.

Mucho más digno se mostró el algabeño Juan Moreno, ratonero y habilidoso por menudo, que firmó lo más compacto de su labor toreando de muleta al segundo de la noche, al que dejó siempre muy bien puesto el trapo en una faena solvente y algo movida. Salió a por todas con el quinto, pero se llevó un monumental mamporro -después de una larga a portagayola y unos lances vibrantes- del que salió visiblemente mermado. Luego, con la roja en la mano, anduvo mucho más precavido.

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