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Guías del pasado

Los antiguo pobladores de Sevilla cuentan su historia en las rutas teatralizadas de la empresa Tour Baetica por el centro histórico de la ciudad. De jueves a domingo, en inglés y en español, se puede revivir parte de la historia

el 28 jun 2014 / 09:34 h.

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Uno de los actores muestra a los sevillanos y turistas algunos de los enclaves históricos de la ciudad. /J.M. Paisano Uno de los actores muestra a los sevillanos y turistas algunos de los enclaves históricos de la ciudad. /J.M. Paisano Para conocer realmente una ciudad o país no hay nada como recorrerlo de la mano de sus habitantes. Si además se trata de un lugar como Sevilla, por el que a lo largo de la historia han pasado diversas civilizaciones que han dejado su impronta en el patrimonio monumental que hoy admiramos, nada mejor que hacerlo guiados por quienes vivieron en la ciudad en cada una de esas épocas de las que datan los vestigios que componen el casco histórico. Un andalusí de la época detalla cómo rezaba en las mezquitas que hoy ocupan el Salvador y la Catedral mientras camino de la judería, la hermana de la bella Susona relata la tragedia familiar y la matanza de judíos de 1391 que provocó el amor de su hermana por un cristiano al que reveló los planes de su padre para liderar una revueltan sefardí. En los Jardines de Murillo, el grumete Rodrigo de Triana cuenta las vicisitudes de un viaje que deportó el descubrimiento de América y otorgó a la ciudad su época de mayor esplendor gracias al monopolio del comercio con el nuevo continente, aunque los participantes vieron los frutos años después. Todos ellos salen al paso de los visitantes durante la ruta teatralizada Lo pasado vivido que la empresa Tour Baetica puso en marcha ayer y ofrecerá de jueves a domingo, en inglés y español, a las 20.00 y a las 22.00 horas al precio de 20 euros por persona (gratis para los niños menores de 13 años). Una de las responsables de la empresa, Clara Ocaña, explicó que el proyecto surge tras estudiar las nuevas formas de turismo que están surgiendo en las que el visitante muestra «una mayor inquietud por la cultura» y por conocer la historia. Un producto, dice, que está diseñado no solo para el turista de fuera sino para que los propios sevillanos conozcan historias que hay detrás de los rincones de su ciudad y que probablemente desconozca «con muchos guiños al sevillano» actual. «Hemos estudiado qué demanda el público nuevo y sabemos que te quedas más con la historia de los sitios cuando te la cuenta un personaje», añade Ocaña, socia de Julián Borrero, director de la empresa. Los personajes históricos salen al paso del grupo, conducido por un guía durante todo el recorrido que también aporta información introductoria de cada época y monumento, de forma sorpresiva y en ocasiones debaten unos con otros entre sí. Encarnados por actores especializados en animación, muchos de ellos de Isla Mágica, y con un guión escrito por el autor Javier Zaparico, se han cuidado todos los detalles como los vestidos que «no son disfraces» sino diseñados de forma «muy fidedigna» a los ropajes de cada época. Bueno, con alguna licencia a menos que ya existieron las sandalias mallorquinas. El panadero Ahmed Iben presume de las mezquitas de su Isbilya, desde la más antigua la de Ad-Abass en el Salvador, donde relata el susto que se llevaron cuando llegaron los normandos en el siglo IX, mientras en «su plaza», la del Pan, recuerda que su ciudad era el «centro del comercio nacional e internacional» y conduce a los visitantes hasta la joya, el «magnífico» minareta de la Mezquita principal, la Giralda (no la llamen torre que se ofende) y al patio del Alcázar –sorteando los regalos de los carruajes de caballos que «seguirán por siglos»– que los reyes de su época construyeron. Camino del Barrio de Santa Cruz, Ahmed Iben se esfuma y recibe a los visitantes una colérica Sara Ben Zuzón, que reniega de la traición de su hermana y la deshonra a su familia, con la muerte del padre y la obligada conversión del resto, por el amor de un cristiano. Por la durante siglos conocida como Calle de la muerte, que hoy lleva el nombre de la hermana traidora –Susona–, Sara va renegando de esa pérfida que arrepentida ingresó en un convento y al morir dejó dicho que su calavera colgara de una pica en la puerta de su casa. Y allí sigue un tétrico azulejo en recuerdo del cráneo que colgó durante tres siglos. Tras pasar por la Plaza de los Venerables, judía y andalusí –que no árabe que es «el que viene de Arabia» y Ahmed es sevillano– se encuentran en la Plaza de Santa Cruz. Uno buscando su mezquita y otra su sinagoga, momento en el que la guía, como en El Sexto Sentido, se ve obligada a explicarles que están en 2014 y llevan unos cuantos siglos en el Más Allá. Desconcertados desaparecen mientras el grupo camina hacia los Jardines de Murillo, donde la guía es interrumpida por un «Rodrigo de Triana o de donde usted quiera» al que Colón dejó sin los 10.000 maravedíes de oro prometidos para el primero que avistara tierra. Rodrigo se sorprende de que el Almirante tenga hoy monumentos en la ciudad y un mausoleo en la Catedral, con lo «mal que trató a los indios» y su «codicia». Aunque no cobró su sueldo de marinero «hasta 11 años después», se conforma con haber vuelto vivo de sus tres viajes «y sin la sífilis que le costó la vida a mi capitán Martín Alonso Pinzón». Además, no trajo mucho oro pero vino «con la barriga llena» gracias al descubrimiento de los «tomates para el gazpachito y las patatas». De nuevo en el corazón del Barrio de Santa Cruz, Rodrigo se cruza con Ahmed y Sara que discuten si Sevilla es mora, judía o cristiana para concluir que tiene un poco de todos y en ellos reside su riqueza.

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