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¿Habrá prima por suicidarse?

El Betis no se empeña en complicarse la vida, se empeña en quitársela directamente. Inconcebible pero cierto.

el 25 mar 2012 / 21:55 h.

Jonathan Pereira falla una de las muchas ocasiones del Betis ante el Racing.
Con la objetividad matemática propia de la clasificación, el 1-1 ante el Racing puede parecer un marcador beneficioso para el futuro del Betis. Una jornada menos, un punto más y siete de ventaja sobre el descenso. Hasta ahí, bien. Bueno, regular en realidad, porque ahora hay tres rivales empatados a 25 puntos, lo cual significa que la renta disminuirá sí o sí el día que alguno, cualquiera, puntúe y el Betis pinche. Por ejemplo: si cae en Málaga, su ventaja se acortará porque hay un Sporting-Zaragoza y, a no ser que alguien corrija el reglamento, es imposible que ambos pierdan. Pero si se huye de la objetividad, empatar con uno de los peores conjuntos de la Liga (junto con el propio Betis, por qué no decirlo) deja la impresión general, la confirmación más bien, de que este grupo nervioso, paralizado y casi histérico que conduce Pepe Mel no volverá a ganar un partido en lo que queda de temporada. Pero así es el Betis, una escuadra con tendencias suicidas que debería hacerse mirar su empeño no en complicarse la vida, sino en quitársela. Ni que los jugadores (y su entrenador, por supuesto y en el primero de todos los lugares) tuvieran prima por provocar infartos a sus aficionados...

Errar no se sabe cuántas ocasiones ante un tal Mario Fernández, permitir que el casi retirado Munitis empate el partido, rezar para que el 1-1 ante esa vulgaridad llamada Racing no degenerase en algo peor en el tramo final y, en resumen, estar pendientes de enemigos como los cántabros, el Sporting o el Zaragoza, a cual más vergonzante, son señales de que el Betis, por mucho que duela a los ilusos, es parte integrante de la mediocridad que impera en la parte baja de la Liga.

El carisma de su entrenador, el gigantesco mérito de ascender en un año dificilísimo y, también, la desidia y el conformismo del beticismo invitaban a pensar que silbar al Betis de Mel estaba perseguido por la ley. Pero no. Los béticos mandaron ayer el primer toque a sus futbolistas. La advertencia, tenue pese a todo, no debería agravar su nerviosismo y sí motivarlos. Cualquier técnica es buena si los encargados de salvar al Betis espabilan de una maldita vez.

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