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Hacia las setas va un camello (o un dromedario) rin rín

Las setas se han transformado en un zoco, venga tenderetes en la tan cantada arquitectura de vanguardia

el 22 dic 2011 / 20:36 h.

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1926. Manuel Vallejo está sentado en el centro.

En la escena, el camello avanza majestuoso pese a su singular andar, recortándose sobre un fondo en el que se perfilan palmeras y bajo un sol que lo inunda todo de luz. Y ahora, a jugar a adivinar el nombre de la película: ¿Lawrence de Arabia? ¿El viento y el león? ¿Océanos de fuego? Pues no, es En Sevilla se llama Navidad, una cinta casera pero con gran éxito de público en la que los protagonistas lo mismo se adentran en un exótico zoco que cabalgan a los siempre bamboleantes lomos de un dromedario, porque al final resulta que no son camellos aunque aquí llamemos así a todo lo que se le parece. Y nada de intrépidos viajes, todo esto lo tenemos en pleno Centro de Sevilla, así que ya lo más barato que hay es soñar, que es gratis.

Cuando el pasado marzo se inauguraron las setas de la Encarnación todo el mundo coincidía en tres cosas: que con tanto encarecimiento al final habían costado un disparate, que por fin se abrían después de tanto retraso y que podían gustar más o menos, pero con Metropol Parasol Sevilla ponía su pica en un terreno, el de la arquitectura de vanguardia, del que no estamos muy sobrados en esta ciudad. Nueve meses después, ese marco arquitectónico incomparable que diría el fino de turno parece la sucursal de un circo, sección ambiente navideño, y ya quedó dicho antes que no le falta un perejil, con sus tenderetes y sus camellos (perdón, dromedarios). Y con ponis, que además dan una imagen muy distinta de la deprimente que tienen los pobres en la Calle del Infierno, con ese aire tan triste que te dan ganas de soltarlos y fugarte con ellos.

Hombre, imagino que cuando el arquitecto Jürgen Mayer se encargó del proyecto no era en esto en lo que estaba pensando, pero por otro lado no me negarán que así se populariza la cosa en un plis plas, esto sí que es acercar al ciudadano las cosas. Pero ahí queda el debate: ¿Hay sitios mejores en la ciudad para este tipo de actividades? ¿Debe un sitio tan noble como éste acoger toda esta parafernalia? Si le preguntan a servidor mi respuesta es que va a ser que sí porque para eso nació, para darle vidilla a una zona que durante décadas fue una estación terminal de autobuses, un enorme lugar de paso en el que sólo se paraba uno si había que agacharse para coger el billete de cinco euros que se le había caído. Con sus tenderetes y sus cam..., perdón, dromedarios, nunca tuvo tanta vida la Encarnación. Y ese era el plan.

Con las setas ha pasado un poco como ocurrió con aquella Expo de 1992 de la que vamos camino de celebrar los 20 años, que mientras se levantaba todo era escepticismo, ironía e incredulidad. Ahora, en cuanto abrió sus puertas aquello era ya más de Sevilla que la Macarena, cuidadito con meterse con ella. Lo de Metropol es parecido, con el personal primero marcando distancias y ahora abrazándolas. Esto sirve incluso para los que le tienen aversión ideológica, para los que no pueden ni ver las setas porque les recuerda al anterior alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín. Ahora, con esta manita de popularización en el doble sentido (qué ocurrente, ¿verdad?), fijo que este año hay menos propios que al pasar por allí se pongan a mirar en dirección Puente y Pellón para no verlas (que sí, que los hay que alardean de esto) y menos hermandades que tengan esa cosita de pasar por una especie de territorio enemigo que no quieren ver ni en pintura, en plan esto es innoble y demás.

Tampoco había que ser un genio de esto del urbanismo para darse cuenta que iba a ocurrir más pronto que tarde, que la ciudadanía acabaría haciendo suyas las setas con la mayor naturalidad. Éste fue el argumento que siempre defendió el anterior gobierno municipal y su razón tenía, lo que tampoco es excusa para todo lo que ocurrió, esos continuos retrasos y ese crecer y no parar del presupuesto. Pero en el pecado tuvieron su penitencia: perdieron unas elecciones en las que, entre otras cosas, muchos les afearon proyectos como las famosas setas.

Entre unas cosas y otras, el mercado de la Encarnación ya ha cumplido su año abierto, los comerciantes del entorno admiten que se va notando el tirón, que hay más ambiente, en el Antiquarium se ha montado una exposición que enriquece lo que ya se muestra, su restaurante y su bar arriba, y lo que te rondaré morena de lo que todavía se tiene que abrir. Y sobre todo la sensación de que aquello ya es una estampa de la ciudad, que uno de fuera ve una foto y ya identifica el escenario con Sevilla, porque el personal ya lo ha elegido como manifestódromo principal y lugar para protestas, quedadas o zocos con su bonito fondo de setas por el que, si te descuidas, asoman camellos (o dromedarios).

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