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Haciendo camino desde San Gil

El arco de la Macarena amaneció ayer entre caballos que anticipaban la salida de más de 500 peregrinos que hoy continuarán acompañando a la hermandad rociera de La Macarena. El sábado llegarán a la aldea. En el recuerdo quedarán los calurosos momentos vividos por las calles de Sevilla antes de partir.

el 16 sep 2009 / 03:24 h.

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El primer chupinazo de Pepe, el cohetero de la hermandad del Rocío de la Macarena, despertaba, a las 7.30 horas de la mañana, a un barrio en el que más de uno apenas pudo pegar ojo sabiendo el día grande que les esperaba. Era el primer estruendo de los más de 1.500 cohetes que asegura tener preparados para tirar durante todo el recorrido hasta volver a la ciudad. Pero en la mañana de ayer, tan sólo 200 sirvieron para pregonar por las calles de Sevilla la salida de la Macarena, la segunda hermandad rociera en números de hermanos de las tres que partieron ayer rumbo a la aldea almonteña.

El día comenzó con la misa de los romeros, que abarrotaron la parroquia de San Gil. Luego, tras subir el Simpecado a la carreta, acompañado de una salva de aplausos y vivas, comenzaba un largo camino hacia las marismas, no sin antes sufrir lo insufrible: casi 35 grados. Poco para lo que les esperaba a los romeros al mediodía sobre el asfalto de la subida a Castilleja de la Cuesta. La salida fue para el hermano mayor, Jesús Reina, "igual de emotiva que otros años. Con tanta gente, ¿dónde está la crisis?", se preguntaba. La emoción la pusieron los cantes del coro de la hermandad tras la carreta a su paso por el arco, llegando a poner los vellos de punta.

Desde allí, el cortejo continuó por Feria, donde el colorido fue de la veintena de carriolas que seguían a la carreta a lo largo de la calle, y uno de los balcones, engalanado con mantones, y desde donde se arrojó una gran petalada, mientras el coro macareno ponía el sentimiento desde el balcón con salves y sevillanas dedicadas a su hermandad.

De Feria a San Juan de la Palma, para ser recibidos por una representación de la Amargura. Y como si de un Domingo de Ramos o de la Madrugá se tratase, al paso de los palios de la Virgen de la Amargura y de la Esperanza Macarena, respectivamente, las Hermanas de la Cruz abrieron por primera vez sus puertas a una procesión desde Semana Santa. El público, bastante sabio, calló, y las religiosas de la calle Santa Ángela de la Cruz entonaron como ángeles una salve dedicada a la Virgen del Rocío. Con lágrimas de emoción en los ojos de algunos, los componentes del coro, tras pararse el tiempo en unos instantes de silencio a las puertas del convento, arrancaron a cantar marcando el son con las guitarras y alegría.

promesas. Al dejar atrás el monumento a Santa Ángela, junto a San Pedro, en el horizonte, y con el sol pegando de lleno, la calle Alfonso XII. Es la que llevaría a los romeros fuera del casco histórico. Antes de enfilarla, entre el gentío agolpado tras la carreta del Simpecado se encontraba Ramira, una señora que a pesar de haberse roto hace pocos días los tobillos iba rezando desde su silla de ruedas empujada por una amiga: "Mucha paz para todos. Y salud. Son las dos cosas que le pido a la Virgen".

Junto a ella, y agarrada a la parte posterior de la carreta que tiran dos bueyes, iba rezando Carmen. Casi cabizbaja, vestida de flamenca, con gafas de sol. Apenas se dejaba contagiar de la alegría y de las canciones del resto de hermanos: "Una reza para que se arreglen todo los problemas familiares. Imagínate. Espero llegar a la aldea para pedirle en persona a Ella que me ayude". Sin más, continuó su camino. Con el puente del Cachorro como última parada, la Macarena se despidió de Sevilla cantando en la parroquia de El Silencio, donde dejó un ramo de flores y un par de codales de cera. En la capilla de El Museo el coro volvió a regalar al estandarte sus letras. De ahí, por Triana, a El Rocío un año más, donde pasado mañana llegarán los macarenos.

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