Cultura

Harrelson lleva a Berlín el dolor de Irak

El actor Woody Harrelson trasmitió ayer a la Berlinale todo el dolor y el cinismo de la guerra de Irak con su papel de encargado de comunicar a las familias la muerte de cada soldado de EEUU, en The Messenger, hasta ahora la película más impactante a competición en este festival.

el 15 sep 2009 / 22:23 h.

El actor Woody Harrelson trasmitió ayer a la Berlinale todo el dolor y el cinismo de la guerra de Irak con su papel de encargado de comunicar a las familias la muerte de cada soldado de EEUU, en The Messenger, hasta ahora la película más impactante a competición en este festival. "Pretendo explicar las terribles consecuencias de la guerra sobre las personas, un dolor que es universal, más allá de ésta u otra guerra", dijo su director, el debutante Oren Moverman, acompañado por Harrelson y su co-protagonista, Oven Foster.

"No se trata solo de los soldados de Irak, son los de todas las guerras y es un dolor universal, ante el que no podemos más que sentir respeto y compasión", dijo Harrelson, que ante la prensa se desprendió de la piel de curtido oficial que enseña a un primerizo "el peor oficio del ejército", para mostrarse humano y pacifista.

La rabia, el odio, la desesperanza, la resignación o las meras lágrimas: cualquier reacción es posible, le explicará Harrelson en el filme al sargento recién regresado del frente, obligado a asumir una función que pocos desearían para sí. Los destinatarios de la noticia son jóvenes esposas embarazadas o padres patriotas que colgaron la bandera de Estados Unidos en la puerta de casa, y que no siempre tendrán a su lado a alguien a quien abrazarse cuando vean cruzar su jardín dos oficiales condecorados.

Puede ser que quieran de ellos el consuelo del desconocido -que no está autorizado más que a estrecharles la mano- o descargar la rabia contra el representante del Estado que les robó a su hijo en una guerra que ya nadie entiende. Para algunos, su presencia será la constatación de una muerte anunciada que presintieron en cuando su soldado salió de casa. Para otros, algo que se niegan a aceptar. Todo esto le explica Harrelson a su pupilo, sin contemplaciones, salpicando los consejos profesionales con botellas de cerveza y algún desahogo sexual.

Harrelson desarrolla con solidez un papel que le viene como anillo al dedo, ante el que al espectador no le queda más que esperar a que se resquebraje su máscara de cinismo.

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