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El 'manquepierda' y la paciencia tienen un límite

LA CONTRACRÓNICA. El cese de Mel ha acelerado la impaciencia de los béticos. Está por ver cómo lo encajarán los futbolistas, pero los primeros indicios son inquietantes.

el 12 dic 2013 / 23:36 h.

Uno de los muchos sinsentidos del fútbol es que si un defensa se empecina en regalar goles a los rivales, un centrocampista no organiza ni sus ideas y un delantero se empeña en fallar delante del portero contrario, ninguno expía sus pecados de manera inmediata. Pueden dejar de jugar, sí, y quizá incluso se ganen la reprimenda de su hinchada. Pero en el banquillo, en la grada o en el salón de su casa seguirán cobrando su nómina. Quien de verdad paga es el que los coloca en el campo en la ingenuidad de que plasmarán allí lo que antes les explica en la pizarra y entrena en el día a día. Es decir, el entrenador. No quiere decir que todos los técnicos de todos los equipos que van mal sean inocentes, pero todos son presuntos culpables. El Betis ya condenó a Pepe Mel. Y salvo que José Antonio Bosch y compañía se vuelvan locos y repitan con Juan Carlos Garrido a corto plazo, eso significa que la hoja de reclamaciones de la afición ya sólo tiene dos destinatarios: el palco y el césped. A la hierba han llegado las primeras protestas y las indicios apuntan a que los béticos no van a dejar pasar ni una a Sara, a Jordi, a Verdú, a Juan Carlos, a Chuli... Quizá con Mel en su sitio habría habido una prórroga para la paciencia del bético, pero el cese de quien más apoyo aglutinaba va a acelerar la impaciencia del que paga por ver lo que está viendo, que es poco y malo. Lo ideal es gestionar bien el disgusto y pensar que la crítica no sólo no hará que los defensas defiendan mejor y los atacantes ataquen mejor, sino que producirá el efecto opuesto, pero los aficionados son humanos y la complacencia, finita. Hasta el manquepierda tiene un límite. La clave es cómo encajarán los profesionales esa actitud. Apriori, la impresión no es para que Garrido esté tranquilo... Otra contradicción de este bendito deporte rey: el Betis es último en España y está entre los 32 mejores de la Liga Europa. La explicación es sencilla: la competición ha sido hasta ahora un torneo sólo un poco más potente que la Segunda División. Por esa mediocridad es comprensible que el Betis, una máquina de encajar goles y perder partidos, haya sufrido una sola derrota, no haya encajado ni un tanto en Heliópolis y apenas haya recibido tres en total en ocho partidos.

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