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¿Hasta la próxima crisis?

el 03 nov 2009 / 21:48 h.

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Como ya ha insinuado algún que otro dirigente popular, el PP necesita estar unido si quiere ser alternativa de gobierno en una época en la que Zapatero y su Ejecutivo, azotados por la crisis, pierden credibilidad. Al menos, si no está unido, debe parecerlo.

En parecer un partido unido se afanaban ayer Rajoy y sus barones mientras que Aguirre, tras ausentarse de la reunión, improvisaba algún que otro acto en su agenda para tener periodistas ante los que romper esa unidad.

Casi todos en el PP intentaron hacer ver que tras las medidas tomadas por el partido contra Costa y tras lograr el líder imponer a Rodrigo Rato para la presidencia de Caja Madrid, Rajoy se había apuntado una victoria definitiva que reforzaría su liderazgo. La portavoz del Grupo Popular en el Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría, opinó que el Comité Ejecutivo de ayer puso "punto final" a los conflictos internos y que "no va a haber ningún caso más". Incluso el presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, quien en las últimas semanas se ha apartado de Génova por defender a su mano derecha y amigo Ricardo Costa, mostró su apoyo al presidente nacional y apeló a la unidad de todos los miembros del partido.

Sin embargo, no está de más recordar que las conclusiones de los dirigentes populares tras el Congreso de Valencia -mencionado precisamente ayer por Rajoy- fueron las mismas: Que iba a ser la última vez, que el presidente era el líder indiscutible del partido y que el PP era una formación unida preparada para gobernar un país.

A la vista está que el Congreso de 2008 fue cerrado en falso. Queda por ver si el Comité Ejecutivo de ayer también lo hizo. Porque, una vez más, la bronca en el PP madrileño enturbió el golpe de autoridad de Rajoy. Esperanza Aguirre no acudió a la reunión para que deliberaran libremente sobre Cobo, un asunto que le incumbe, pero sí habló sobre el tema ante la prensa cuando acudió de forma casi improvisada a una inauguración en Leganés.

De la misma manera que Rajoy no pudo ocultar ayer su enfado por el manifiesto de alcaldes que Aguirre promovió la semana pasada, el conflicto entre la presidenta y Gallardón, por un lado, y entre el PP madrileño y Génova, por otro, no puede ser tapado simplemente con un golpe de autoridad.
Lo peor para los populares es que dichos conflictos tienen su reflejo en las bases del partido. Así, mientras que varios ciudadanos recibían a Aguirre con pancartas de apoyo en Leganés, otros respaldaban a Gallardón en Madrid. Tampoco hay que olvidar que crisis internas como la que ha sacudido a Rajoy en los últimos días sirve de arma al PSOE para preguntarse cómo puede ser el PP alternativa "con un líder cuestionado y desairado". Por eso el socialista José Blanco, irónicamente, se declaró ayer "tranquilo y satisfecho" de que los populares hayan "apuntalado a Rajoy".

Pero la crisis no se ciñe a Aguirre. Ni siquiera Camps, uno de los barones fuertes del PP, con una mayoría indiscutible en Valencia, pudo controlar ayer a los suyos y tuvo que escuchar cómo el zaplanista José Joaquín Ripoll volvía a rebelarse al silencio impuesto y decía que callarse "es de otros tiempos".

Así las cosas, fueron especialmente significativas las palabras del vicesecretario de Comunicación del PP, Esteban González Pons, quien reconoció que su partido "no ha dado últimamente la mejor imagen" a los ciudadanos porque ésa era la imagen que tenía.

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