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Cultura

«Hay una parte de mi corazón que está en el circo tradicional»

El Circo del Sol se despide hoy de Sevilla tras más de seis semanas de éxito y agradecidos por la calurosa acogida del público sevillano. El malabarista mexicano Octavio Alegría ha sido uno de los artistas que más aplausos ha arrancado bajo la carpa de la ilusión.

el 16 sep 2009 / 00:00 h.

El malabarista mexicano Octavio Alegría pertenece a la cuarta generación de una familia de artistas circenses. Su tatarabuelo ya era el dueño de un circo, su padre fue domador de leones y su madre, trapecista. Son 9 hermanos, y seis de ellos trabajan, como él, en el circo. De hecho, fue su hermano Arturo, también malabarista, el que le inculcó el amor por este arte. Arturo tuvo un enorme éxito y llegó a trabajar en el circo de Ángel Cristo y en la Scala de Milán. Otros dos hermanos suyos trabajan también con el Circo del Sol, en el espectáculo Ka, un show surrealista sobre artes marciales que la compañía canadiense tiene establecido en Las Vegas (EEUU). El resto trabaja en México en la empresa familiar Circo Alegría Hermanos.

Cuando tan sólo tenía 9 años, Octavio Alegría ya sintió la necesidad de formar parte de esa gran familia del circo y se atrevió con el trapecio y el funambulismo, "pero me daba mucho vértigo", confiesa. De ahí que se pasara a los malabares. Y, a juzgar por el éxito que tiene cada noche (también durante el tiempo que ha estado en Sevilla), tomó la decisión adecuada. Desde que llegó a la capital hispalense, el artista mexicano arranca los aplausos a un público que se ha entregado totalmente durante su número, en el que este virtuoso de los malabarismos manipula bolos, pelotas de fútbol y de ping pong con las manos, los pies, la cabeza e incluso la boca. Pero cuando ya los espectadores se rinden es en el cierre, cuando realiza uno de sus complicados malabarismos con cuatro sombreros. Para quitarse el ídem.

El artista mexicano, que trabajó durante mucho tiempo también el circo Big Apple de Nueva York, confiesa que en su tiempo libre le gustar ir a ver los circos tradicionales que hay instalados en las ciudades que visita. "El circo tradicional tiene su esencia. A mí me gusta mucho ir al circo y ser muy observador. En Madrid fui a ver los tres circos que había. Por ejemplo, el Circo Mundial ofrece un espectáculo muy completo. Los niños se quedan quietos hasta el final y los adultos se ríen más que los pequeños", relata.

Con ese torrente circense corriéndole por las venas, no es de extrañar que Octavio Alegría, de 34 años, se debata entre la tradición que supone haberse criado en un entorno como ése y la modernidad del Circo del Sol, donde trabaja desde hace unos años. Octavio trabajaba en un show en Las Vegas y hasta allí se desplazaron los responsables de Varekai. Al verlo, le ofrecieron participar en el espectáculo, donde está desde su estreno en 2002.

"El Circo del Sol es una compañía de entretenimiento, la más grande del mundo ahora. Tomó la base del circo tradicional pero su propio carácter hasta llegar a ser lo que es hoy", afirma Octavio. "Utilizan las mismas disciplinas pero les dan otro toque, con el vestuario, la música, el maquillaje o la integración teatral. Es otra forma de presentarse ante el público".

El artista mexicano se debate a menudo entre su pasado en el circo tradicional y las innovadoras propuestas de Cirque du Soleil: "Muchos de los mejores números del mundo son del circo tradicional. En concreto, un artista llamado Gran Picasso fue el creador del número de lanzamiento de bolas de ping pong con la boca". "Yo trato de coger lo mejor de cada una de las dos propuestas pero hay una parte de mi corazón que está en el circo tradicional", confiesa. No obstante, reconoce los valores del circo moderno: "Sí se puede decir que el Circo del Sol reinventó el mundo circense. Espero que no muera nunca pues le ha dado un giro total. Antes no había escuelas de circo y ahora hay varias en todos los países".

Octavio Alegría viaja acompañado por su mujer y sus dos hijas ("Ser del circo es ser multinacional", afirma) y las niñas están creciendo entre ensayos, funciones y viajes. Las pequeñas incluso empiezan a hacer sus pinitos en la sala de entrenamientos mientras que su padre se prepara. Su familia vive a caballo entre Las Vegas, en EEUU, y México, y ahora viajan los cuatro por todo el mundo con la gira de Varekai. Esto ha hecho que note diferencias entre los distintos públicos del mundo: "El público de Estados Unidos es más sensacionalista, hay una ovación tras cada acto. Aquí en España, se busca más el detalle. Eso me gusta porque me hace trabajármelo más. Ahí es donde entra el artista para intentar darle al público lo que le gusta".

Los malabares tienen la ventaja de tener una vida muy larga, de hecho Octavio dice que se pueden hacer malabarismos "hasta los 60 años". Es una suerte, porque de este modo podremos disfrutar por mucho tiempo de la habilidad de este artista de raza por cuyas venas corre la esencia del espectáculo: "Es lo que escogí desde niño y es lo que quiero seguir haciendo", concluye.

A partir de mañana, Octavio se tomará unos días de descanso antes de estrenar Varekai en Bilbao, donde a buen seguro, el Circo del Sol volverá a cosechar otro gran éxito. En Sevilla, después de más de seis semanas, el espectáculo lo han visto más de 140.000 personas, que ya están esperando que la compañía canadiense vuelva a incluir a Sevilla en su próxima gira. ¡Hasta pronto!

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