Toros

Hay uno en Huelva...

El novillero choquero David de Miranda sorprendió por su personalidad diferenciada y su valor estoico, que pagó con dos fortísimas volteretas.

el 23 jun 2014 / 09:11 h.

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El diestro David de Miranda. / J.M. Paisano El diestro David de Miranda. / J.M. Paisano Se conocía el ambientito que tiene formado en esa tierra, tan taurina, que se baña en el Tinto y el Odiel. Y David de Miranda se trajo esos incondicionales de Huelva que no dudan en coger el coche cuando huelen a torero. Se notó en la plaza, salpicada de las caras amables que encontramos cada año en los corrillos de las Colombinas. Y esa expectación nos puso sobre aviso. El novillero choquero ya había dado un pequeño toque de atención ciñéndose a tope en el quite del segundo novillo, que había sido despachado por Angulo. Pero Miranda acabó interesado a propios y extraños desmayándose a la verónica, con acento personal, para recibir al tercero de la tarde, un utrero abantón que le propinó un castañazo brutal cuando quiso quitar por unas angustiosas saltilleras desde los medios. El novillero de Trigueros dejó llegar al novillo hasta los remates de los alamares y la voltereta fue automática. Pero el chaval no se arredró, repitiendo el empeño en los mismos terrenos y en la misma suerte. A partir de ahí toda la novillada –interminable, larguísima y tediosa– sólo se redimió en las bambas de su capote y su muleta. David le pegó a ese novillo dos limpios pendulazos en los medios y no encontró demasiado acople por el lado derecho pero cuando cambió de mano surgió un ramillete de naturales de infrecuente cadencia, temple líquido y pentagrama personal que levantaron las cejas de los mejores aficionados. Es verdad que la faena, dicha al natural en su fase central, no mantuvo el mismo ritmo en todo su metraje pero los registros revelados animan a seguir pendientes de este chico que se une al carro de sorpresas que ha deparado la posferia. El trasteo culminó a pies juntos antes de cambiar la espada. Rafael Guerrero, el veterano banderillero sevillano, fue alcanzado por el animal cuando trataba de cerrarlo en las rayas. Después se supo que la cornada –afortundamente– no revestía la gravedad que aparentaba. Pero el novillo del Conde de la Maza aún agarraría de nuevo a su matador cuando trataba de enjaretarle unas bernardinas que estaban de más. Dos medias tendidas escamotearon la posibilidad de trofeo pero no enfriaron el interés de volver a verlo en el sexto. Cuando salió el último, el festejo se alargaba hasta más allá de lo razonable pero Miranda volvió a sacudir el aburrimiento de la parroquia volviéndosela a jugar por saltilleras. El utrero llegó a la muleta sin terminar de definirse, rajadito y sin entregarse por completo en el engaño pero el joven valor choquero reeditó algunos retazos de esa calidad personal con la mano izquierda en una faena algo intermitente que tuvo que luchar con las ganas de huir de su enemigo. Un pinchazo y una estocada animaron al personal a pedir la oreja, seguramente como premio al conjunto de la tarde pero la vuelta al ruedo fue justo premio. Con o sin trofeo, habrá que seguir muy pendientes de su evolución. Completaban el cartel el portugués Dias Gomes, que tuvo que enfrentarse en primer lugar con un miembro del sindicato del crimen que le puso demasiadas dificultades. Con el soso y deslucido cuarto se acabó poniendo pesado en una faena larga e intrascendente. Es el mismo pecado que cometió Angulo –que ya tiene un trienio en Sevilla– con un quinto tan vacío como la faena del novillero pacense, falto de autoridad y verdadera entrega con el durísimo sobrero que saltó en segundo lugar. Está más que visto.

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