Inocencio Arias, exdiplomático, escritor y enamorado del balompié, ayer en Sevilla. Disimula bien el nerviosismo que le produce la final de la Champions, que verá apenas termine su presentación en la FLS. Ni que decir que sus simpatías van para los merengues. Pero ahora toca de hablar de mundiales, el tema central de su último libro, Mis mundiales. Del gol de Zarra al triunfo de la Roja (Plaza & Janés), y en el que hace repaso de algunos de los más memorables partidos de los que ha sido testigo. «Un mundial el espectáculo que suscita más entusiasmo en el planeta, más sueños, más alegrías y también más berrinches. Es el momento en que, para mucha gente, el mundo se para», explica Inocencio Arias, exdiplomático y escritor que entiende estos eventos como imprescindibles asideros de la memoria, por no decir verdaderos ciclos biológicos. «Cada mundial marca una época, y muchas veces los asociamos a recuerdos concretos, como el año que mataron a Kennedy: este fue el mundial que va unido a mi boda, a cuando tuve mi primer hijo o cuando mi empresa se pegó un batacazo...», comenta. Forofo, como no podía ser menos, de la Roja, Arias asegura seguir viendo los mundiales «con la misma ilusión. En este tiempo España nos ha dado pocas alegrías, bastantes frustraciones y una euforia final. Uno de los berrinches más grandes que me he cogido en mi vida, aparte de cuando aprobé en la escuela diplomática sin plaza, fue cuando acudí con el Rey a Verona y nos apeamos de la clasificación», recuerda. ¿Pueden ser considerados los jugadores de fútbol, como suele decirse, embajadores? Para Arias no hay duda: «La mejor prueba fue el mundial de Sudáfrica. Si un equipo hace un papel mediocre, no hay impacto, pero la victoria metió a España en el mapa africano, porque para ellos no existíamos. La imagen de tu país se refuerza». Pero también es posible que queden en evidencia tus flaquezas, como está ocurriendo estos días en Brasil. «Así es, la curiosidad que despierta el fútbol puede hacer que se vean las desigualdades y los conflictos sociales. Creo que en Brasil, por una vez, el fútbol no será capaz de tapar todos los problemas sociales, como ha ocurrido en otras ocasiones. Incluso allí: antes, en un mundial, aunque fuera en otro país, en Brasil congelaba todo». Indeciso todavía sobre la posibilidad de acudir a esta cita lo que añadiría un nuevo capítulo para futuras ediciones, Inocencio Arias evoca también de qué modo la selección ha influido en el ánimo de los españoles. «Recuerdo, sobre todo, aquello de la maldición de los cuartos. Yo he llegado a tener pesadillas, a soñar que por mi culpa perdía la selección en cuartos», asegura. Por otra parte, no le cabe ninguna duda de que en la noble práctica del balompié se inmicuye la política con más frecuencia de lo que creemos. «Todos los gobiernos han intentado usar los éxitos de los mundiales en su beneficio. A corto plazo puede funcionar, como funcionó el gol de Zarra para el régimen franquista, pero nunca es tanto como se creen. Eso sí, una actuación exitosa fomenta el optimismo en el país, y un poco también el consumo. Pero sin exagerar». Arias, que está convencido de que en la próxima cita mundialera la copa se disputará entre Brasil, España, Bélgica, Argentina, quizá también Holanda, no duda en señalar el de Sudáfrica como el mundial de su vida. Lo vivió como ninguno, y por supuesto in situ: «Yo estaba detrás de la potería cuando Puyol marcó el gol más espectacular de la selección, el que marcó en semifinales contra Alemania. Son cosas que no se olvidan», apostilla el autor. Anoche, en cambio, su pasión madridista sería lo que lo tendría en vilo...