No se equivocó el autor de las notas al programa, Álvaro García Cabezas, cuando aseguraba que en manos de los hermanos del Valle descubriríamos una versión de La Valse de Ravel que nos haría vibrar.
Y no sólo eso consiguieron con su lectura apasionada, atentísima al detalle, vigorosa, rica y absolutamente fascinante de la obra. Le hicieron la mejor de las justicias a esa extraordinaria página de la sugerencia y el erotismo musical.
Eso junto a una de las cinco sonatas de Mozart para cuatro manos constituyó la segunda parte de un concierto cuya inclusión en el ciclo de sinfonías para piano sólo se justificó en la primera parte. En ella repasaron con mucha fuerza y una lectura generosamente pomposa los cuatro movimientos de la Quinta de Beethoven, una pieza de texturas eminentemente orquestales que a solo piano sonó a veces demasiado didáctica y otras directamente raquítica, a pesar de lo cual, haciendo gala de un enorme vigor y dinamismo y una excelente claridad, los hermanos malagueños la salvaron con nota, aparte algún embarullamiento.
Con Mozart ya estuvieron en el Maestranza hace exactamente un año, acompañando a la ROSS. Como pedaleando sobre un tándem, tal es el grado de compenetración y complicidad que alcanzan en sus interpretaciones, Víctor y Luis lograron hacer avanzar la sonata del genio salzburgués con tanta gracia e intención como exige el auténtico espíritu mozartiano, subrayado con una exagerada exhibición de gestualidad facial.
Pero volviendo a Ravel, es con él con quien exhibieron un alto nivel de genialidad interpretativa, acoplándose con maestría y acierto a todos sus pliegues, sonoridades y matices, para lo que no dudaron en desplegar un intenso uso del rubato y embarcarse en un extraordinario vuelo lírico.
