No deja de sorprender que un pintor de tan larga trayectoria como Hernán Cortés (Cádiz, 1953) no hubiera expuesto hasta ahora de manera individual en Sevilla, donde se formó. Ayer inauguró al fin en la sala Chicarreros una muestra con los espléndidos retratos a los que debe buena parte de su fama.
El retrato como opción estética es el título de esta selección patrocinada por Cajasol, que reúne 30 obras ejecutadas en técnicas diversas -del lápiz al óleo, pasando por el carbón, el acrílico y la acuarela, en muy variados soportes- y pertenecientes a las distintas épocas que el artista ha atravesado en las tres últimas décadas.
Junto a retratos magistrales de personalidades como Felipe González, Rafael Alberti, Severo Ochoa, Jorge Guillén o Yehudi Menuhin, la muestra incluye algunas piezas que ponen de relieve la altura de Cortés como paisajista, como la panorámica que sirvió de portada a la revista Cádiz e Iberoamérica.
"He intentado investigar y satisfacer las demandas de la sociedad en la que me ha tocado vivir, a la vez que siempre traté de huir de los tics característicos del retrato de salón", explicó el pintor. "Busqué un retrato que enlazara con la tradición española o mediterránea, de corte sereno, sin dejar de recoger las conquistas del siglo XX en el campo de la pintura".
Cortés inauguró la muestra, que permanecerá abierta al público hasta el 19 de abril, acompañado por el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, el comisario, Antonio Bonet, y Antonio Agudo, el mentor de Cortés en sus años juveniles antes de marchar a la madrileña Escuela Superior de San Fernando.
Representante de la nueva ola de pintura realista española que acaparó un buen segmento del mercado en los años 80, Cortés nunca se limitó al dibujo fotográfico, e incorporó a su faena elementos del cine y el cómic, como del arte clásico europeo. Bonet destacó que "Hernán escogió ser figurativo, pero teniendo una formación completa de pintor. No ignora la abstracción, ni la pintura de vanguardia. Hay una parte de la crítica que abomina de la figuración, pero si vemos la obra de Bacon en el Prado nos damos cuenta de la vigencia que tiene".
Lo importante en la obra del gaditano, según Bonet, no es el prodigioso parecido de las obras con los modelos, "sino la presencia del ser humano en ellos. Lo que capta Cortés son arquetipos, como la pintura italiana captaba al condottiero o al filósofo, haciendo de ellos emblemas. La aventura de Hernán Cortés es una etopeya, en el sentido de ahondar en la descripción de las personas, igual que Zurbarán con sus frailes".
Por su parte, Agudo recordó aquel curso 72-73 en el que Cortés "echó sus dientes" como artista plástico, y subrayó la pasión por la figura humana y el enorme sentido autocrítico de los que siempre hizo gala.