El Cordobés compartió con el ganadero Carlos Núñez el honor de herrar una de las becerras con el histórico hierro de la R. / Carlos Núñez Carlos Núñez Manso es uno de los alquimistas imprescindibles del toro bravo contemporáneo. El criador de Tarifa forjó en sus campos de Los Derramaderos un encaste fundamental que marcó toda una época del toreo con visión clarividente, anticipándose al futuro. El toro de Núñez fue uno de los instrumentos básicos para que la Tauromaquia pudiera dar un paso más gracias a la entrega, la duración y el recorrido de unas embestidas que se estaban adelantando a su propio tiempo para posibilitar la larga y exigente faena moderna. La bravura empezaba a ampliar sus registros: comenzábamos a hablar de calidad. Benítez se prepara para volver a actuar en público en su tierra. / González Arjona Núñez Manso comenzó su andadura ganadera en 1938 al adquirir el hierro de Rincón, el de la mítica R, que iba a estar unido indisolublemente a la llamada década prodigiosa del toreo. Sobre ese tamiz, el ganadero fusionó las sangres de Tamarón, Pedrajas y Villamarta dando lugar a un doble arquetipo genético en hechuras y comportamiento que tomó el nombre de su creador:el toro de Núñez. Pero el criador falleció en 1964, en el cenit de su obra. Ese mismo año, El Cordobés había cortado un rabo en la Feria de Abril de Sevilla y sólo un año después, como en un homenaje póstumo, los toros de Núñez propician varias apoteosis en la que podría ser la mejor temporada de su historia. Y de muestra, sólo dos botones: Ordóñez reaparece en Málaga triunfando a lo grande con los toros de la R y el propio Manuel Benítez forma la marimorena en Madrid arrancándole las cuatro orejas a los dos toros que lidia en la feria de San Isidro. Posiblemente, el final de esa época feliz esté marcado por la lidia del gran encierro que permite a Curro Romero abrir la Puerta del Príncipe por quinta y última vez en su carrera en 1980. La hegemonía de la sangre Núñez, engullida por la vigencia de otras castas ganaderas, fue quedando atrás en los gustos del público y los toreros, amenazada por el aumento de volumen que alejó a muchas corridas de nota de los grandes escenarios. Pero, a pesar de la crisis de la vacada matriz, esas vetas de bravura permanecieron vigentes en otras ganaderías que bebieron de la fuente primitiva como Manolo González, Gabriel Rojas o Alcurrucén. Mientras tanto, las ramas familiares de la familia comenzaban a volar por su cuenta. El primero en escindirse del tronco primitivo fue Marcos Núñez, hijo del forjador del encaste. Su hermano Carlos permaneció al mando de la vacada original hasta 1985, en la que separa una sexta parte de las reses que muy pronto son puestas bajo la dirección de sus hijos en la vecina finca Tapatana, en el campo de Tarifa. Paco Ojeda también se midió con las becerras de Carlos Núñez. / González Arjona La ganadería originaria, que se había titulado como Herederos de Carlos Núñez desde la muerte de su creador cambió de denominación en 1989 tomando el nombre de la histórica finca: Los Derramaderos. Pero las últimas décadas no fueron las más felices en la casa ganadera, que enajena el último ganado marcado con la R de Rincón en 2012, camino de una dehesa segoviana. Un año antes había fallecido Luis Núñez Moreno de Guerra y su hijo en un absurdo accidente en la autopista de Cádiz que pudo precipitar los acontecimientos. El histórico hierro quedaba vacío de contenido; estaba culminando toda una época. Para entonces, Carlos Núñez Dujat des Allimes, nieto del fundador, llevaba casi treinta años al frente de la ganadería filial la sexta parte escindida en 1985 que perpetuaba el nombre tradicional de la vacada con otro hierro. Dentro de los anhelos del actual presidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia estaba la adquisición de ese tesoro familiar para unirlo a su nombre. Esa oportunidad llegó después de adquirir los derechos a la viuda de su tío Luis. Sólo quedaba herrar a los becerros de La Tapatana con aquella R cerrando un círculo que se había abierto hace más de tres cuartos de siglo. El tercer Carlos Núñez convirtió ese herradero en una fiesta que reunió a lo mejor del campo bravo de la Baja Andalucía. José y Javier Núñez Cervera, Santi Domecq, Fermín e Iván Bohorquez, Fernando Sampedro, Ignacio González Sánchez-Dalp, Juan José González, Curro, Joaquín y Álvaro Núñez Benjumea, Gonzalo Domecq, Álvaro Domecq Romero, Marcos y Beltrán Núñez, Luis Erquicia, Pepe Buendía, Jerónimo Astolfi o Fernando Domecq Solís fueron algunos de los invitados a ese bautizo en clave ganadera en el que destacaban el nombre de los hombres de luces: Fernando Cepeda, José Luis Parada, Espartaco, Paco Ojeda pero, sobre todo, el de Manuel Benítez El Cordobés, que unió las cumbres de su carrera a la R de los Núñez. El último Califa del toreo al igual que Ojeda y Espartaco no dudó en bajar al coqueto ruedo de la Tapatana para mostrar los secretos de su mano izquierda. El Benítez se mostró en forma para reaparecer por un día y vestido de corto en el festival a beneficio de la Asociación de la Lucha contra el Cáncer que se celebrará en Córdoba. Pero en aquella jornada campera del pasado 8 de abril campeaba el recuerdo de los nombres que alentaron aquel antiguo empeño: don Carlos Núñez y sus hijos: Carmen, Carlota, Marcos, Salvador, Carlos, Raimunda, Juan, Lorenza, Pepe, Luis y Javier.