Local

¿Homicidio de hermanos?

A raíz de la noticia del nacimiento en Sevilla de un niño que, además de vivir y desarrollarse como persona, puede salvar la vida de su hermano enfermo -por lo que felicitamos a sus padres, al equipo del Hospital Virgen del Rocío que lo han hecho posible y al propio recién nacido- se ha publicado una nota de la Secretaría General de la Conferencia Episcopal.

el 15 sep 2009 / 18:04 h.

A raíz de la noticia del nacimiento en Sevilla de un niño que, además de vivir y desarrollarse como persona, puede salvar la vida de su hermano enfermo -por lo que felicitamos a sus padres, al equipo del Hospital Virgen del Rocío que lo han hecho posible y al propio recién nacido- se ha publicado una nota de la Secretaría General de la Conferencia Episcopal que invitamos a nuestros lectores a leer en la correspondiente página web.

La nota no aporta nada nuevo; reproduce la posición que la jerarquía de la Iglesia católica en España ha venido manteniendo sobre el tema, posición que no es objeto de este artículo, pese a que tengamos que expresar que no es plenamente compartida por nosotros. Pero ahora se da una circunstancia a resaltar. No se trata de un posicionamiento ante un debate social o un proyecto normativo. En este caso hay personas implicadas e identificadas: los padres que han tomado una decisión responsable no exenta de riesgo y sufrimiento y el equipo de profesionales que han aportado su ciencia y esfuerzo para la consecución de este logro.

Todos, a tenor de la nota, son responsables, directos o indirectos, del homicidio de los "hermanos" del recién nacido. En cuanto a éste tendrá que pechar, toda su vida, con el baldón de causalizar su nacimiento en el homicidio previo de sus "hermanos". Aunque la nota indica que no se juzgan conciencias ni intenciones (curiosamente no se dice nada de las conductas), parece claro que esas personas han sido juzgadas y con un resultado poco favorable.

El mandato evangélico de no juzgar es una consecuencia más del mandamiento del amor. Juzgar a una persona imputándole unos actos que el mismo juzgador ya ha calificado sin discusión, coloca al juzgador en una posición de intolerable superioridad y menosprecia al juzgado, su hermano, que ante Dios es igual que él. La aplicación día a día del mandamiento del amor es el núcleo central del mensaje de Cristo y el camino más difícil de seguir por los cristianos, pero a eso estamos llamados todos, también nuestra jerarquía eclesiástica.

Colectivo de profesionales andaluces_vicenteplural@hotmail.es

  • 1