Me contó una vez un intérprete, que trabajaba como freelance para el Parlamento Europeo, y que me acompañaba durante un viaje a Budapest, que, en cierta ocasión había prestado sus servicios, a lo largo de una semana, a Hugo Chávez en un periplo europeo del presidente venezolano. Lo curioso es que me lo describió como un hombre serio y distante en lo privado, muy lejos de esa imagen casi circense que cultiva en el ámbito de lo público. Según me decía el interprete, no es el general hombre que permita confianzas, y del que más vale mantenerse a una prudente distancia. O sea, que de compadreos, nada, salvo en sus entrevistas con Fidel Castro.
He recordado aquella conversación con motivo de la situación que se ha producido entre España y Venezuela, a raíz del incidente, con participación del rey don Juan Carlos, en la cumbre de Santiago de Chile, en la que se acuñó la ya archifamosa frase real del "¿por qué no te callas?". Aparte de la anécdota que ha convertido esa expresión en una especie de símbolo, que ya se utiliza y se utilizará aún más, por muy variados motivos, y en los más inesperados contextos, lo cierto es que lo allí ocurrido ha derivado en una situación de conflicto institucional, diplomático e incluso económico entre dos países.
Sobre esto ha habido muchas opiniones, entre ellas las siempre estrambóticas del diputado rojiverde Francisco Garrido. Pero lo cierto es que la mayoría de los españoles nos hemos sentido, por así llamarlo, arropados por lo que hizo el Rey, que fue defender al actual presidente del Gobierno, quién, a su vez, estaba defendiendo a su antecesor en el cargo, José María Aznar, de los ataques de Chávez. A toro pasado, se puede opinar sobre oportunidad, prudencia institucional, contención diplomática o lo que se quiera. Pero lo cierto es que, en esas circunstancias, en ese momento, el Rey dio en la tecla de lo que nos pedía el cuerpo a la inmensa mayoría de los españoles.
Pero, volviendo a lo que me contaba el intérprete, y su descripción de Chávez, cabe deducir que el antiguo militar golpista es un provocador calculado. Y si no, recuerden los que lo vieron a su llegada a la cumbre, la rumbita que se marcó ante los periodistas que lo aguardaban, y de la que se desprendía clarísimamente que iba buscando boca. Y la encontró. Pero lo malo es que, ahora que se ha visto protagonista mundial del rifi rafe, la sigue buscando, y está llevando la escalada de su sobreactuación a niveles difícilmente soportables.
No es tolerable su implícita amenaza a las empresas españolas instaladas en su país, como tampoco lo es la acusación genérica que hizo a nuestros antepasados de degolladores de indios, y así la tira. O sea, que sigue buscando boca, y uno entiende que la diplomacia española se debata entre la prudencia, aunque ésta pueda parecer un tanto humillante, para evitar que la cosa vaya a más, o, por el contrario la respuesta contundente, que muchos esperan y creen merecida. Bueno, los expertos diplomáticos sabrán, pero uno, que algo entiende de bocazas, se huele que Chávez no se va a callar.
Juan Ojeda Sanz es periodista