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Ídem: ser iguales, ser diferentes

Me fascinan las listas, las clasificaciones, los criterios que fundan un adjetivo y lo grapan a una portada. Por qué una estantería contiene literatura paraguaya, por ejemplo; qué empuja a unos grandes almacenes a eliminar música independiente -¿qué incluían, qué excluían?- para fusionarla con las canciones de hilo musical.

el 15 sep 2009 / 02:22 h.

Me fascinan las listas, las clasificaciones, los criterios que fundan un adjetivo y lo grapan a una portada. Por qué una estantería contiene literatura paraguaya, por ejemplo; qué empuja a unos grandes almacenes a eliminar música independiente -¿qué incluían, qué excluían?- para fusionarla con las canciones de hilo musical. O qué es la literatura femenina, y por qué a algunas autoras se les eriza la pelusilla del bigote con sólo pronunciarlo. Lo importante es el contenido, supongo; que un libro, una película, una fotografía o una melodía merezcan la pena. La definición resulta justificada si es ajena, absurda cuando propia, inevitable siempre.

Siete días durará Ídem, el festival de cine gay promovido por Colega en Córdoba: del martes pasado al que viene, en una invitación a aprovechar los 40 minutos de barata lanzadera. El rizo rizado, pensarán unos; una oportunidad para conocer miradas que no suelen prodigarse, juzgarán otros. La programación de Ídem -que, como las grandes citas, incluye sección oficial y diversas actividades paralelas- exhibe una premisa, la calidad, y después permite que les sean añadidas todas las calificaciones. Siempre he pensado que las actividades segregadas no fomentan que sus participantes se condenen al gueto, sino que posibilitan una visibilidad más potente: que los concursos sólo para mujeres, jóvenes y demás no responden a una esfera más débil en lo cualitativo, sino más frágil en lo mediático. Nadie protesta porque todos los participantes de un festival sean hombres, ni se anuncia en los medios como una selección masculina; sin embargo, la mayoría diferente destaca por poco -o nada- habitual, y escuece a quienes optan por el inmovilismo.

Por eso me gusta el concepto de Ídem: porque, partiendo de una idea similar a tantas otras, se empeñan en la diferencia. Porque no rechazan los complementos del nombre, sino que los exhiben con orgullo, convirtiéndolos en la marca propia del festival. Y porque celebran e impulsan: larga vida a Ídem.

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