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Iglesias y mezquitas

En los Viajes de Marco Polo hay un pasaje en el que el veneciano habla de "la secta de los asesinos". La mención se convirtió en el XIX en un relato truculento de Jossef von Hammer en el que unos chiítas que se drogaban con hachís cometían toda clase de crímenes.

el 14 sep 2009 / 21:22 h.

En los Viajes de Marco Polo hay un pasaje en el que el veneciano habla de "la secta de los asesinos". La mención se convirtió en el XIX en un relato truculento de Jossef von Hammer en el que unos chiítas que se drogaban con hachís cometían toda clase de crímenes. Por ese mismo camino va el asunto de la mezquita de Sevilla donde no acabamos de acostumbrarnos a eso que se llama libertad de culto, en vigor en Europa desde el Edicto de Nantes, de 1598. Desde entonces en las panorámicas urbanas se recortaron las torres católicas, protestantes y ortodoxas y luego, al calor de las colonizaciones norteafricanas, las mezquitas que añadieron el perfil de sus alminares al skyline.

Parece que no ha llegado esa hora a la Gran Sevilla donde viven miles y miles de musulmanes. Ellos cumplen las normas y pagan impuestos pero no pueden lucir (como la hermandad mád reciente del barrio más alejado) sus creencias. Yo soy un animal religioso -como todo ser humano- al que le sobran las administraciones religiosas; creo en la convivencia que es, en civil, lo quye el amor al prójimo en cristiano, defiendo que la ley es ley para todos y temo como a una vara verde las sensaciones de rechazo. Asesino es el que mata y creyente el que cree. Y aunque cada creencia, mirada desde la de enfrente, pueda parecer ñoña, ha de salvarla la libertad del culto. La del que sabe que cultura es libertad.

Antonio Zoido es escritor e historiador.

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