En alguna parte está escrito que Homero ignoraba lo bien que escribía, que es la misma sensación sentida por Shakeaspeare y seguro que padecida por Cervantes, que ayer recibía el homenaje por el aniversario de su muerte. El premiado con ese nombre fue Juan Gelman, al que cuando se lee se escucha por las garras y desgarros de lo hondo. De esa lectura llega la crítica de Jorge Luis Borges afirmando que el español "es el idioma más rico y hermoso de cuantos existen, pero los españoles no saben usarlo". Los versos de Gelman emocionan porque utiliza las palabras dolidas de verdad con la grandeza del que escribe bien, y convive en la ignorancia con Homero, Shakeaspeare o Cervantes, al que nos recuperaron los ingleses.
Lo de escribir bien es una fantasía que sólo se reconocen los mediocres, quienes creen que consiste en juntar palabras, y que la suerte determine el resultado. Los que escriben sin esas vanidades saben que tan esencial como las ideas son el conocimiento y la acumulación de vivencias reales o ficticias; quizás sea a eso a lo que llaman Cultura, fuente necesaria de la memoria creativa. No es sólo tenerla, sino saber encontrarla, como hicieron los escritores andaluces que la reconocen en José María Bernáldez, editor de Al Sur en la televisión autonómica, haciéndola constar en sus obras.
Periodista
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