En plena era digital, el fotógrafo Ilan Wolf ha encontrado en las ténicas fotográficas primitivas su mejor manera de acercarse a la realidad contemporánea. Sus rudimentarios procedimientos y el proceso artesanal por el que positiva sus encuadres muestran al espectador los entornos urbanos desde una perspectiva sombría y alucinada.
Todo en el israelí Ilan Wolf se aleja del fotógrafo contemporáneo al uso. En busca de la sencillez primitiva dellenguaje fotográfico, este artista nómada recorre el mundo en una furgoneta reconvertida en cuarto oscuro de revelado y fabrica de forma artesanal una suerte de cámaras negras en que reconvierte los objetos más inverosímiles. Latas de Heineken, bidones de gasolina, cajas de botellas de whisky o recipientes de mantequilla sirven a este artista de reconocimiento internacional para dar una visión ensoñada y cercana al surrealismo de las ciudades contemporáneas.
Toda la trayectoria de Wolff se reúne en esta colección que el Centro Andaluz de la Fotografía (CAF) ha traído hasta el Museo de Bellas Artes de Sevilla, y que abarca desde 1985 hasta 2008, incluyendo su trabajo más reciente realizado en San Sebastián, donde ha captado con su singular objetivo monumentos emblemáticos de la capital donostiarra, como la catedral del Buen Pastor, el Ayuntamiento o el puerto de la ciudad.
Las cuatro series restantes que forman la exposición se denominan Petit París, Paisajes y desnudos, Ciudades y personas, y Cuatro elementos, y fueron presentadas ayer en Sevilla por la consejera de Cultura, Rosa Torres, que dijo que son fotos abstractas realizadas "a través de la energía que desprenden los cuatro elementos -fuego, aire, agua y tierra- sobre papel fotográfico".
La consejera añadió que el creador israelí refleja el mundo del siglo XXI mediante esa técnica tradicional, con "monumentos que se arquean, cuerpos sometidos a raras contorsiones o edificios distorsionados con los que logra un efecto asombroso y casi poético". Por su parte, el propio autor, que visitó la capital hispalense, explicó que, al estudiar en 1980 la cámara oscura, empezó a expresar sus sentimientos mediante esa técnica de la fotografía estenopeica, hasta pasar en los años 90 a "crear imágenes también con calor y frío, no sólo con luz".
Además, se dio cuenta de que quería "transmitir un mensaje a las nuevas generaciones: que la fotografía no es sólo el uso de cámaras digitales, sino trabajar con las manos y que con cualquier objeto, como latas, o cajas, se puede expresar emociones".
