El mecanismo misterioso que rige el calendario de las botellonas estudiantiles mueve a la perplejidad o el miedo. Sin que nadie sepa cómo, con el sigilo de una chinita que empieza a rodar por una ladera para terminar en alud, la botellona participa de esas otras instancias enigmáticas, los terremotos, la caída de las bolsas y la formación de los tumores, cuya antelación nunca se consigue determinar del todo. No me extraña que los responsables del ayuntamiento y los cerebros de la policía anden cabeza abajo intentando calcular dónde, cuándo o por qué tendrá lugar la siguiente. Un consejo: metan en nómina a una pitonisa o un astrólogo.
Luis M. Ruiz