Las turbulencias financieras siempre acaban pasando factura al arte. En las sociedades occidentales, el dinero es un elemento clave para el funcionamiento del sistema, y el arte no es en absoluto ajeno a esta dinámica. Por supuesto, el hecho artístico en sí mismo puede estar al margen de las circunstancias económicas, pero otros elementos -galeristas, instituciones, coleccionistas...- están directamente relacionados con la coyuntura macroeconómica.
Las épocas de crisis económica tienen consecuencias negativas sobre el mundo del arte, en general, aunque también hay alguna positiva digna de mención, en especial en el terreno del arte contemporáneo. En el aspecto negativo, quienes primero se resienten son los galeristas, que ven cómo se recortan drásticamente las ventas. Por poner un ejemplo, tras la Guerra del Golfo se cerraron, sólo en Nueva York y Tokio, unas 200 galerías, muchas de las cuales acababan de vivir un período floreciente: el boom de finales de los 80. Evidentemente, esto conllevó también consecuencias adversas para los artistas, pues muchos de ellos se quedaron sin galería que los representara, perdiendo así un pilar importante para la estabilidad. En esa misma época, las casas de subastas también sufrieron bastante, como prueba el hecho de que Sotheby's disminuyera sus ventas, de un año para otro, en un 63%.
Pero no hay mal que por bien no venga. Tanto entonces como ahora ha habido mucho desmadre, y se ha vivido la eclosión de algunos artistas que, sencillamente porque se pusieron de moda, alcanzaron niveles de popularidad y cotización que no se correspondían en absoluto con la calidad artística de sus obras. Por eso mismo, nunca viene mal un pequeño parón que acabe poniendo las cosas en su sitio.
No sabemos cómo irán las cosas en 2008, pero lo cierto es que se ha iniciado el año con bastante incertidumbre. Veremos qué ocurre en ARCO.