Aunque lo peor que se puede oír en tiempos de crisis es la propia palabra crisis, no se puede ocultar que existen indicios cuando se habla de la desaceleración fuerte de la venta de pisos, pero mucho peor es que metan en la cárcel al que consigue vender uno. Los grandes indicadores económicos que utilizan los expertos -aquellos que entienden lo que es una crisis pero que nunca les afecta- son las subidas del IPC, continuadas y en aumento; el descenso de la venta de pisos; el descenso del consumo y el incremento de ventas del tranxilium, elemento que sustituye claramente al chocolate como paliativo de la depresión propia, no ya la económica.
El descenso de la venta de pisos afecta principalmente a los que necesitan vender uno, que son muchos, o los que necesitan vender muchos, que son pocos, como el Pocero, a quien la crisis todavía no le ha obligado a vender sus aviones, pese a que la gasolina está por las nubes. Pero el peor de los síntomas es cuando las grandes ideas para vender son puestas en cuestión por el aparato del Estado. La primera de ellas, abortada, es la del madrileño que sortea su piso por sólo 5 euros, a quien Hacienda ha venido a recordarle que lo único que se puede hacer es regalar 400 euros a los contribuyentes. Y la acción más indicadora es encarcelar a una persona que, haciéndose pasar por el propietario de un piso, consigue venderlo. A este hombre habría que hacerle un monumento: vender en tiempos de crisis/desaceleración es el mejor argumento del Gobierno para comunicar que no hay crisis. Cuando salga de la cárcel lo ficho para que me venda mi casa.
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